domingo, 12 de mayo de 2024

Cera - Pafman


Vamos a ser honestos: el día que se me ocurrió abrir un blog sobre autores de relleno sabía ya que habría al menos dos artículos obligados: el de Ramis y el de Cera. El de Ramis lo escribí hace once años. Que el de Cera se haya retrasado tanto me parece inexcusable, siendo uno de mis dibujantes favoritos, quizá el autor de relleno por antonomasia. Es más, siendo seguramente él la primera persona de quien leí impreso el concepto "relleno", en esta viñeta de Pafman Redevuelve (2004).

Gracias a mi pana Guille Martínez-Vela,
por la foto.

Cameo de Pafman en la página 23
de Un camello subió a un tranvía en Grenoble
y el tranvía le está mordiendo la pierna
,
de Jan (1992)
Sin embargo, entre los mortadelófilos de mi generación Cera y Pafman son tan populares que reivindicarlos en otro blog de paleotebeología parecía baladí. Pafman es sin lugar a dudas el segundo superhéroe español. Desde que yo abriera este blog, y lo llenase con mi habitual parsimonia, he visto publicados artículos, glosas y entrevistas a su autor. No hace ni un año se editaba una nueva antología de sus historietas, corregidas y recoloreadas. Todos queremos a Cera, y Cera sabe que le queremos. ¿Por qué, entonces, añadir elogios a la pila cuando podría invertir mi tiempo en, por ejemplo, promocionar mi nueva novela de misterio, cabras y coches molones?

Pues ya os lo digo yo: porque para decir cosas bonitas de un autor al que admiras no hacen falta motivos. Se dicen y punto.

*Coge el micrófono.*

*

Rebuznos en el espacio,
de Cera. 1986.
N.º 1 del Mortadelo de B.
1987. 100% Ibáñez-free.
Tengui.

Joaquín Cera (Barcelona, 1967) debuta en los últimos estertores del Mortadelo de Bruguera con una serie de ciencia-ficción, Rebuznos en el espacio. Pero es en el Mortadelo de B donde se consolida como gran rellenador. De hecho, recuerdo perfectamente que la contraportada del primer número de esa revista (1987) era una viñeta de tema futbolero que firmaban mano a mano Cera y Marco. (Editado 16/7/24: Según mi juevesbró Jordi March, no debía de ser el mismo Marco de Porrambo y Jarry Jarrón; es otro con el que Cera hacía un fanzine llamado Pepados.) No sé si esta dupla se repitió muchas veces. En cambio sí sé que esta tendencia de deciros yo cosas que recuerdo sin aportar ninguna prueba se va a repetir muchísimo, porque este artículo no va a brillar por su documentación.

A los pocos números de la revista se estrena la serie Pafman, "defensor del bien y del salpicón de marisco", y sus aventuras, coprotagonizadas por su sidekick felino Pafcat, continuaron hasta el último número. También llenaron cuatro álbumes de la colección Olé, que ni de lejos cubren toda su bibliografía. 

Yo los tengo los cuatro. No a mano. De hecho, alguno no lo he visto en décadas; para ilustrar este artículo pienso tirar de Internet y morro. Pero me bastan y sobran para basar en ellos toda mi argumentación sobre por qué Cera es el puto amo.

 

PAFMAN (1989)

El catálogo de la primera época de álbumes Olé (los pequeños), inciada por Bruguera y continuada por B, suma unos setecientos títulos. Pues bien: este está en el top diez. Y sí, hablo de la misma colección Olé que incluye El sulfato atómico y La caja de Pandora. Ahí arriba está Cera. Con historietas que dibujó con 20-21 años.

¿Cómo justificar esta preeminencia? Pues de entrada, porque Cera dibuja muy bien. Pero MUY bien. Su entintado en este álbum, particularmente, es de traca, y sus señas personales, como lo de no hacer viñetas rectas, nunca restan, siempre suman. Su trazo es agresivo, dinámico. Las entregas de dos páginas le dan tiempo para prodigarse en los acabados, y aunque la influencia Ibáñez es evidente, no se encasilla en el plano lateral sin perspectiva como Mortadelo ya llevaba tiempo haciendo. Cera se gusta mucho. Y con razón.

Y la calidad del guion no se queda atrás. Cada entrega de dos páginas está trufada de chistes, desde los detalles de fondo ibañecescos hasta las distintas cabeceras. La primerísima página de este primerísimo álbum (y primera aparición del archinémesis de Pafman, el Enmascarado Negro) ya contiene un running gag (el de los efectos de sonido paroxítonos) que tiene piso en mi cabeza desde que lo leí por primera vez. Treinta años lleva ahí. Tromptromptrompa.

 

Y al igual que el dibujo, el guion tampoco se queda estancado exclusivamente en los patrones del humor Bruguera. Va más allá. Cera tiene un concepto de la historieta más parecido a un sketch, en el sentido pythoniano. En vez de una narrativa circular clásica tipo "todo era un equívoco" (premisa - nudo - revelación de un malentendido en la premisa y caída hacia atrás), a menudo opta por una estructura lineal: partir de una sola situación y alargarla dos páginas en un crescendo majadero. Como muestra, véase "El Capitán Europa" (título de la historieta y segundo secundario recurrente del Pafverso).

Quizá el mejor ejemplo de esta tendencia sea "Persecución implacable", una entrega extraordinaria de cuatro páginas con planteamiento y ejecución estelares. Porrón de chistes que no arruinan en ningún momento la sensación de velocidad y adrenalina.

A medio álbum, aparentemente, los editores le pusieron a Cera más deberes: tres páginas por entrega. Y diréis: el dibujo se resentiría un poco. Pues mira, no:

Lo de decir "mumble, mumble y mumble" mientras pienso muy fuerte aún lo hago a veces. Estúpido Cera.

Pocas páginas de sólo dos viñetas más satisfactorias he visto yo en mi vida. Sólo digo eso.

Me da un poco de reparo subir más material de un álbum por el que el autor merecería estar nadando en royaltis, pero francamente dudo que todas estas historietas se puedan encontrar ya más que en mercadillos. Esto, o está en tu sótano, o no está. Y en el mío está, y quiero enseñároslo, porque es buenísimo.

Con esa historieta concluye Cera su primer recopilatorio. Tiene 22 años. 

Me bastaría con este álbum, sin pasar por los otros tres, para justificar toda esta elegía. Y lo hubiera hecho, si este fuera el primer álbum suyo que leí. Pero resulta que no. Mi primer Cera fue este:


PAFMAN - EL DR. GANYUFLO Y OTRAS HISTORIAS (1991)

Solo hay un álbum Olé (again, uno entre los sopotocientos ocho) del cual recuerdo su aterrizaje en el kiosco. Lo vi en el estanco de mi pueblo, reconocí al personaje de algunas historietas sueltas, lo compré (= pedí a mi señor padre que me lo comprara) y al día siguiente lo estaban comprando mis amigos. Fue un evento editorial. "Ha salido un álbum Olé que hay que tener." Eso pasaba poco.

Las historietas aquí empiezan siendo de tres páginas, que luego caen de nuevo a dos. El dibujo está aquí más establecido, más eficiente pero aún con destellos de calidad. Y el guion sigue brillando: las premisas son divertidas; la densidad de gags, altísima; la cuarta pared, frágil. El humor empieza a verdear: recuerdo con particular cariño el gag en que Pafcat, desplegando el póster central de una revista de tetas, deja fuera de juego a un trío de ninjas que le acechaban por la espalda. (Ramis y Cera se convertirían en pioneros del humor picantón en B; la censura laxa y el Dr. Slump de Akira Toriyama, del que Cera es claramente fan, abrieron esa puerta.)

Pero la joya de la corona es, sin duda, "El Doctor Ganyuflo", una historia episódica de diez entregas de dos páginas cada una, con cliffhangers, giros loquísimos y momentos de gran descacharre. No conozco detalles del making of de esta historia, pero me sorprendería que fuese idea del editor diciéndole a Cera: "Estás listo para un largo". No digo que Cera no lo estuviese. Digo que me parece más probable que se le ocurriese este formato por hacer algo nuevo, y a las diez entregas se cansase otra vez. Esta inconstancia sería imperdonable en otro autor, pero no en Cera, a quien veinte páginas dan para un festival. Tras esa entrada semitriunfal de ahí arriba, el Doctor Ganyuflo, a quien ni Pafman ni sus propias albóndigas mutantes acaban de tomar en serio, termina en un manicomio. En los siguientes episodios sale y vuelve a entrar en el manicomio un par de veces hasta que da con un nuevo vehículo para su venganza: un "gazpacho licantrópico" que le convierte en hombre lobo.

Lo de la jota jota, otro gag que no se me va
de la cabeza ni a hostias.

Contra todo pronóstico, Pafman confunde a Ganyuflo-lobo con un "pobre perrito" y lo convierte en su nuevo ayudante, despidiendo a Pafcat. Cuando se pasan los efectos del gazpacho, Ganyuflo intenta repetir la fórmula, con variopintos resultados; en una ocasión, se convierte en gato, y se hace pasar por Pafcat. Añadan a todo este potaje al Enmascarado Negro, que no se pierde un berenjenal, y el resultado es el argumento más denso que se ha visto en un tebeo fuera de Superlópez.

Y quizá el más memorable. Yo sé que alguien es buena persona por el brillo en sus ojos cuando menciono "El Doctor Ganyuflo".  

PAFMAN (1993)

Muchas cosas han cambiado entre este álbum y el anterior. De entrada, la colección Olé misma, que ahora ya está en su segunda época, la de las portadas con relieve. Las entregas de Pafman han pasado de dos a cuatro páginas, y va en aumento. Y esta vez, sí, el dibujo se ha resentido. De hecho, las primeras historietas de este álbum todavía recuerdan en calidad al anterior; en la primera, incluso, aún colea el sufrido Doctor Ganyuflo. Pero a medida que las historias se alargan, el dibujo declina. Los fondos están mucho más bosquejados, el entintado es basiquísimo. Y tampoco ayuda el color mecánico, factor que nunca es culpa del dibujante, pero que en este álbum es particularmente penoso. (Un día podríamos hablar de la profesión del colorista de imprenta. No tengo pruebas, pero lo imagino como un oficio de esos de bajar a desayunar y caer dos Estrellas Galicia con el bocata tortilla, más carajillo de ron Pujol y una litrona de Xibeca para pasar el rato. Y luego, pues mira, esta semana los guantes de Pafman son lilas. A tomar por culo.)

Y el guion ha cambiado también. No en vano Cera es el BFF de nuestro querido Ramis, el Will Eisner de la subnormalada. Ambos son por esta época los rellenadores estrella (el número de páginas de Ramis en un Mortadelo Extra de los noventa es demencial), y la evolución (o involución) de Sporty y Pafman es paralela. Cuando el tiempo apremia, lo primero que se pierde es la planificación. Las historias se vuelven más incoherentes y el protagonista, que ya raramente es una lumbrera, más tonto. ¿Es eso lo que le ocurrió a nuestro Man of Paf?

I rest my case.

Es difícil decir si fue Ramis el que influyó en Cera, o viceversa, pero que sus guiones cambian en la misma dirección parece bastante obvio. En ambos el humor es cada vez más risqué, más sexualizado, con más tacos. Abundan los cameos (Pedro Almodóvar, Emilio Aragón) y las referencias a cultura basura: no olvidemos que estamos en la época de Barragán y las Mamachicho. Incluso a medio álbum aparece un comisario Mafrune (el secundario sempiterno cuya custodia comparten Cera y Ramis) que se convierte en jefe de Pafman y Pafcat, a lo Comisario Gordon en el Batman de Adam West. Con esto se despacha la tarea de plantear las misiones.

Hay en este álbum una historieta concreta, "El caso de las gafas churrifocales", que me parece el punto de inflexión. Quizá abrumado por un deadline imposible, Cera se sienta a la mesa de dibujo y empieza la historia tal que así:


Lo remarcable es que un planteamiento tan gilipollas dé para tantos momentos sublimes. Una página más tarde, Pafman captura a los cuatrocientos encapuchados (estaban escondidos en el lavabo), y claro, llega el momento de interrogarles.

Qué queréis que os diga. John Cleese y Graham Chapman podían coger una idea montonera, y controlaban lo bastante el ritmo y la puesta en escena para convertir la idea en genialidad. Cera acaba de hacer lo mismo. Sin tiempo para pensar, sin tiempo para dibujar la mitad de bien que podría, hace esta soberana chorrada, y le sale de puta madre. Porque sabe.

Es sorprendente la cantidad de highlights que tiene un álbum tan malo. Inolvidable, por ejemplo, la historia en que Pafman y Pafcat son llamados a un plató de televisión para investigar el origen de las risas enlatadas. O aquella en que participan en un concurso de Telecinco. Por supuesto que voy a colgar un trozo de eso.

La ramisización de Pafman va viento en popa. Sólo falta la estocada final.

 

PAFMAN - EL ASESINO DE PERSONAJES (1997)

Serializado originalmente en la revista Super Mortadelo en 1993, el primer largo de Pafman es la Divina Comedia del humor post-Ibáñez. En una época en que el modelo de la revista Bruguera está muriendo definitivamente, en que Efe Punto ya ha hecho sus diez mejores álbumes (y sus veinte, y sus cien) y Jan ya ha dicho naranjas a los fans que le piden otros Alienígenas, Cera y Ramis han tomado las riendas de la línea editorial. Y han decidido que el imperio Bruguera/B ha de acabar no con un bang, sino con un . El humor tontuno triunfa. El dadaísmo prevalece. Pafman wins.

No voy a reseñar ahora, en 2024, el que seguramente sea el largo más famoso de Bruguera/B que no firmen Ibáñez o Jan. Voy a decir, eso sí, que es una historia sorprendentemente sólida, teniendo en cuenta que la componen enteramente chistes de este nivel:

El argumento NO es simple. El comisario Mafrune envía a Pafman y Pafcat a investigar el asesinato de otro personaje de cómic, Tintín, que ha sido hallado muerto de quinientas puñaladas (efectuadas con quinientos puñales distintos, porque mira). Para sorpresa de todos, nuestros héroes detienen al culpable a las cuatro páginas, sentando así las bases de lo que podría ser un largo episódico como el 99% de los de Ibáñez, rollo Caja de diez cerrojos o El gang del Chicharrón: cada episodio empieza con un personaje hallado muerto y termina con el asesino detenido. Y sí, así funciona hasta la mitad, cuando unos esbirros del villano supremo intentan rescatar a los que ya han sido capturados (llevándoselos con el calabozo a cuestas, por algún motivo, dando lugar a una serie de gags para los que no se me ocurre otro calificativo que "Cera"). A partir de ahí, la historia es cualquier cosa menos previsible. El clímax es tronchante y la revelación del villano final es para que los guionistas de Lost le paguen las cañas a Cera toda su puta vida.

Técnicamente, El asesino de personajes es la culminación (o el aterrizaje) de la trayectoria de Pafman. El dibujo está a años luz de lo que Cera es capaz. Sin embargo, le alabo que si un chiste requiere diez personajes en la viñeta, Cera no descarta ese chiste por otro más fácil; los dibuja, por mucha prisa que tenga. El guion sigue evidenciando tanto un talento natural para el sketch elaborado como una admirable tolerancia a gags de los de inmolar neuronas. La sexualización roza peligrosamente el machismo inmitigado, y hay algún gag digno de cringe en el siglo XXI. (Para todos los que dudasen de la posición de este blog, sí, el revisionismo es bien. Si no habéis cambiado desde 1997, no quiero conoceros.) Aun así, el balance es positivo. Al final de la lectura, la conclusión inmediata es que el primer largo de Pafman es muy gracioso, y visto con más perspectiva, muy original.

De hecho, visto aún con más perspectiva (casi treinta años, feel old yet) es un final increíblemente apropiado para la era de las revistas de cómics: un álbum en el que mueren varios personajes titulares, y en que el superhéroe de relleno encargado de vindicarlos convierte la investigación en una pantomima de humor grueso e irreverente. No quiero sobreanalizar un tebeo: no creo que Cera sea un iconoclasta. Creo que sencillamente hace lo que hace porque le parece gracioso. Pero admitámoslo: que una de las últimas historias en el ocaso de las revistas de Bruguera/B, los campofríos del humor blanco y posibilista, sea una gamberrada como El asesino de personajes es maravilloso. La escuela Bruguera ha muerto. Y el alumno más destacado de su última promoción está quemando el edificio.


 *

La carrera de Pafman no acaba aquí. En 2004, con las revistas ya extintas, Cera descongela a su personaje para un nuevo largo, Pafman redevuelve. Es el primero de varios; el último data de 2013. No hablaré de ellos. Como tampoco me liaré en hablar del Dr. Pacostein, de los Xunguis que Cera co-creó junto con Ramis, o de su versión de los Zipi y Zape de Escobar. Ya hay gente seria escribiendo la historia del cómic español; yo aquí sólo escribo de lo que encuentro en mi altillo. No necesité más que cuatro álbumes Olé de Pafman para adorar a Cera en su día. No necesito más para defenderle hoy.

Decía el mismo Cera al principio de este artículo que Pafman no era más que un personaje de relleno. Es cierto. Pero lo que Cera nunca ha afirmado, y yo sí voy a hacerlo ahora, es que en su caso, el relleno era mejor que el pan. Cera llega a una revista en que la historieta titular la hacen ectógrafos. Él es joven, y la revista es vieja, incluso recién nacida. Él se luce cuando otros apenas cumplen. Él innova cuando la consigna es "que todo siga igual". Cuando el referente imperecedero, ¡en plenos años noventa!, eran señores con levita y lacito que aún se hablaban de usted, Cera y Ramis inventan el Mafrune y el . Ellos transforman el humor del tebeo. Para bien o para mal, no me importa: hacía falta una puta revolución, porque esa puta revista ya apestaba a Polil, y ellos la lideraron. No eras un autor de relleno, Cera. Eras el Che, Garibaldi, Emiliano Zapata. Brillabas tanto que hasta un niño de diez años se daba cuenta. 

Me volveré a olvidar de este blog mucho antes de rendir tributo a todos los rellenadores que se dejaron los túneles carpianos por entretenernos. Pero que me maten cuatrocientos encapuchados con sombrero mexicano si me olvido de Cera. 

*Deja caer el micrófono. Este rueda por el suelo haciendo "clinkclankclonka".*

martes, 23 de abril de 2024

Jordi


Portadas de los dos (2) únicos números de la revista Jordi, aventura editorial en catalán de Bruguera, salidos el 23 de abril de 1978 y 1979 (+). La primera es de Raf. Para la segunda tuvieron un año para buscar dibujante, pero se ve que no pudo ser. Tampoco pudieron escribir seis palabras sin una falta de ortografía. Xapó.

Más tarde, por suerte, el còmic català nos daría grandes alegrías.

lunes, 22 de abril de 2024

Publicidad

Mortadelo, 1991. Flagrante indoctrinación por parte de Sugus, metiéndoles a los niños el arcoíris por el gaznate. La pérfida agenda LGBT, la dictadura de lo woke, sálvanos Jotaká Rowling.

Bromas aparte, mucho se ha hablado de la extraña asociación piña-azul, pero yo, aunque este anuncio me lo desmienta, recuerdo que hubo también un sugus lila. Sabor frambuesa, me parece. ¿Puede alguien confirmármelo? ¿Soy víctima del efecto Mandela?

La última vez que entré en una tienda de chuches, sólo había Sugus de cuatro tipos; los verdes ya no existían. Prueba irrefutable de que estuvimos mejor. El subidón preolímpico, quizá. En cualquier caso, en mi cabeza los Sugus siempre han sido siete, ni más ni menos, y este mapa de colores y sabores es canónico e irrenunciable. Gay rights, trans rights, y siete colores de Sugus. Cualquier otra cosa es fascismo.

jueves, 17 de agosto de 2023

Trinca

Es un tema recurrente en este blog (como los hiatos de varios años) que el panorama comiquero patrio del siglo pasado padece de una hegemonía de la escuela Bruguera. Que no es que sea una mala escuela, pero es una escuela, lo cual a mí ya me trae malos recuerdos. En una escena tan monopolizada, cualquiera que se saliera del patrón de los personajes con rima, el sapristi y el caerse hacia atrás haciendo catacróker destacaba, a su manera. Lo bastante para merecer un post, al menos.


Trinca es, toda ella, una revista de relleno, un jugoso tropezón en el potaje historietil del kiosco retardofranquista. Quincenario juvenil publicado entre 1970 y 1973, subsistió durante 65 números. Los diez primeros aparecieron por mi casa años después en forma de tomo recopilatorio, que mi yo infantil hojeaba con algo de interés, bastante curiosidad, y confusión ante la ausencia de contenido sobre La Trinca, grupo de canción satírica de Canet de Mar que por entonces me hacía mucha más gracia. No tenían nada que ver. Trinca, publicada por la editorial Doncel (a su vez fundada por el antiguo Frente de Juventudes de la Falange), no se metía en política. Ejem, ejem. Ay. Qué tos más tonta, así de pronto.

Un editorial de la propia revista, que no escatimaba texto precisamente, arroja algo de luz sobre este tema controvertido:


Si no veis la imagen de arriba, es un mazacote de texto que no me apetece transcribir, titulado "Una revista para Europa", y del que destacaría dos frases: 1) "A todos nos une una condición superior que se denomina hombre (homo sapiens)", y 2) "Amemos a España". Globalismo y ombliguismo, todo a la vez. Mirar para fuera, sí, pero con una mano siempre dentro del pantalón. Resumen perfecto de una década y de un progresismo que lo abarcaba todo: desde la revolución del proletariado al conservador que pensaba "ojalá poder votar, para que el amado líder se sienta más validado". Pues ahí, exactamente en ese espectro de trescientos pársecs que cubre el "progresismo" de 1970, ahí estaba Trinca. Con sus historietas de jóvenes liberales y del Cid, con sus artículos sobre Thailandia y el Camino de Santiago, con sus anuncios de libros y de carabinas.

Creo que hay una lección a extraer de todo esto, pero prefiero empezar a subir historietas, que tengo muchas y me estoy haciendo los comentarios encima.

Quizá la serie insignia, Trinca, de Sánchez Pascual y César Guirado, sintetice mejor que nadie el etos de la revista. Sus protagonistas (indiscernibles) son tres estudiantes cosmopolitas de Madrid, valga el oxímoron; sus aventuras (en el sentido muy amplio) nos hablan del peligro de las drongas, la importancia del deporte o la diferencia entre libertad y libertinaje. Su estilo gráfico, también, es representativo de la revista: todo el dinamismo que muestra la composición de página lo pierden los personajes, todos guapos que nunca abren la boca. Es sin duda la serie con el mensaje menos subliminal, prácticamente un editorial en viñetas que pugna por reconciliar el espíritu aventurero de la juventud melenuda con el miedo a todo del extremo centro. 

En sus momentos de mayor candidez, sin embargo, tiene algo de entrañable. Esta historieta, de peque, me fascinaba:

Las cartas de los lectores, sin embargo, dejan constancia de que Trinca no era la serie favorita del público. Quizá lo fue esta:




Los Guerrilleros es una serie episódica con guión de José María Echevarría "Andrade" y dibujo de Joan Bernet Toledano (1924-2009) (hermano de Miquel Bernet "Jorge", creador de Doña Urraca, a su vez padre de Jordi Bernet, de Clara de Noche). Mucho que comentar en estas cuatro primeras páginas que diestramente nos presentan ya a nuestros cuatro héroes: pastor, montero, cura, y enmascarado con tremendos problemas para integrarse al ser la única persona sin narizota de España y Francia. Por ejemplo, la nota al pie: "pronúnciese con cierto tono gangoso, al estilo francés", o el pseudónimo del guionista, parecido al que usó Franco cuando escribió Raza (¿homenaje, parodia? ¿Quiero saberlo?). Pero lo más interesante es el tono general de la obra: la mezcla de comedia y aventura, con un motif de astucia rústica contra invasores sofisticados que recuerda a Astérix; el humor blanco con un punto de slapstick tontuno, a lo Bruguera, pero con más tensión argumental y dibujo más elaborado, todo enmarcado en un episodio conocido de la historia de España.

Lo del motivo histórico, de hecho, era el punto fuerte de cualquier propuesta que llevases a los editores de Trinca. Ejemplos: El Cid, de Antonio Hernández Palacios (1921-2000).

Don Cirilo y Sanchón, dos quijotes con tesón, de Fabo (n. 1942).

Héctor (adalid de almogávares), con guion de Fernando M. Sesén (1923-1974), dibujos de Chiqui (José Luis De la Fuente, 1933-1992).

El lector con uno o más ojos en la cara habrá notado la diversidad de estilos: una vez más, ese afán de Trinca por cubrir un espectro amplísimo de gustos estéticos y de definiciones de "moderno". Trinca se dirigía a dos lectores de cómic: el fan del humor brugueriano tradicional (más presente en Los guerrilleros) y el cómic de género artísticamente más ambicioso, de influencia extranjera, que ya se había probado con poco éxito en revistas anteriores, como Gaceta Junior

En ambos polos de ese espectro aparecen cosas interesantes. En el humorístico, surgen firmas ya familiares en este blog, como Rojas (Don Percebe y Basilio, Aníbal), aquí con su personaje Hippy Fardón, el "how do you do fellow kids" de la escuela Bruguera.

O Gabi (1922-1985) y su Sherlock López, personaje que debutó en Flechas y Pelayos y terminó de relleno en el Mortadelo o Zipi y Zape de turno.  

O, ¿por qué no?, un poco del Jan pre-Superlópez con El último vampiro. (Si no hubiera firmado la página, creo que los anuncios en la cabina telefónica bastarían para reconocerle.)

Mientras que en el otro extremo, el del cómic de género, vemos cosas de una riqueza gráfica que rara vez ofrecían las páginas del cómic serio al final del Mortadelo. Pónganse las gafas; vienen banquetes visuales para los que el lector de Olés no está preparado.

Western: Manos Kelly (de nuevo Hernández Palacios):


Espada y brujería: Kronan, de Jaime Brocal Remohí (1936-2002): por si creíais que el "Tronak el Kárbaro" de Juan López era un derivado demasiado obvio:

Novela adaptada: El libro de la selva, de Juan Arranz (1932):

Bélico: Oliver, de Chiqui.

Ciencia-ficción: Haxtur, de Víctor de la Fuente (hermano de Chiqui, por cierto).

Mención especial en ciencia-ficción: Andrómeda, de Francisco Guinovart (1946). Técnica mixta con tremendo abuso de la plantilla de circunferencias. Juro que estas dos páginas incomprensibles son perfectamente representativas de toda la serie. Recuerdo leer esto de pequeño esforzándome muchísimo, y no entender nada. (Ahora tampoco entiendo nada, pero estoy muy a favor de hacer cosas que no se entienden.)

Mención especial al flipamiento ilustrado: Peter Petrake, de Miguel Calatayud (1942). Posiblemente lo más memorable que salió nunca de Trinca, y top 10 de cosas más locas del cómic español éver. Pura ambrosía pop. Cuelgo una historia completa porque no sabría decidir qué parte de estas seis páginas me fascina más: el combo rotulación manual + efectos de sonido impresos, la cinética de los puñetazos, las bacterias, los perros, los perfiles, el coro de bomberos... ¡Qué década, los setenta! Imagínate ir a una revista de cómics con un portafolio que dice "la peli de Yellow Submarine me cambió la vida", y salir con empleo.



Mención especial porque es compañero de El Jueves y mola mucho: Ventura y Nieto, dos de los talentos más versátiles del cómic español (1947 & 1947-1995). Ambos adquieren gran peso rellenador en Trinca hacia la segunda mitad de su trayectoria, tanto en el apartado humorístico como en el serio. Estas páginas pertenecen a la historia titulada ¿Cuál es la conquista del universo?

Mención especial por ser la única autora que he encontrado en la revista: Begoña (quizá Begoña Esteban; su ficha en Tebeosfera es más bien lacónica).


Y mención especial por tener protagonista femenina y entenderse, a diferencia de Andrómeda: Ana, de José Bielsa (1931). 


Hay muchísimo más material, pero quiero dejarlo aquí porque Ana, como la serie titular, resume bien todo lo que hacía de Trinca una revista tan diferente de las que aparecen por este blog: más ambición estética, menos condescendencia, y un intento de reflejar de verdad el mundo en el que la revista salió. En el universo Bruguera, el tiempo apenas existe; la levita de Mortadelo (que ya era cómicamente vieja en 1958) es imperecedera; los gags de Conti en los 40 y los 80 son intercambiables. Trinca fue muchísimo más efímera (cuatro años apenas), pero vivió el momento. Quería vivirlo. Por eso apostaba por Europa, y por el espacio y por el delirio gráfico de Peter Petrake, aunque luego también se encandilara con el Cid y los almogávares. Soñó, creo, hasta donde podía soñar una redacción madrileña con apoyo institucional en 1970. No todo lo que refleja Trinca es bonito, pero es real, fiel a los anhelos y los miedos de su generación.

Y joder, visualmente era la caña. Sólo por eso, vale la pena salir del Mortadelo de vez en cuando.

sábado, 5 de agosto de 2023

Ibáñez y tal

Ah, vale, ahora recuerdo por qué había reabierto un blog que llevaba enterrado desde que mandaba Obama. Que se ha muerto Ibáñez, tú. 

Ibáñez, by Ibáñez. No tengo los derechos
de esta imagen. Bienvenidos a mi blog.

Se ha escrito muchísimo estos días sobre el legado de Francisco Ibáñez (Barcelona, 1936–2023). Incluso yo he escrito sobre ello. Y no hay precisamente manifestaciones exigiéndome que añada más a la pila, pero qué demonios: nadie pidió nada de lo que he escrito en este blog en diez años, y lo escribí igual. En realidad, el reto al hablar de F. Ibáñez no es encontrar algo nuevo que decir ahora que ha muerto: es hacerse oír por encima de las toneladas de alabanzas vacías y superficiales que se le dedicaron mientras vivía, normalmente por parte de medios generalistas que, cuando tocaba hablar de él una vez al año con motivo del Saló, sacaban el tema en la tertulia con los cuatro todólogos de guardia (porque dios nos libre de tratar el cómic como una disciplina seria que requiera expertos), y todos decían lo de "bueno, Ibáñez... el maestro... qué decir, ¿no?", tirando del recuerdo de un álbum Olé que leyeron con ocho años y la boca llena de Nocilla. Ajenos a todo lo que Ibáñez hizo en las últimas tres o cuatro décadas, época de pocas luces y muchas sombras (el estancamiento, los escándalos, la decadencia innegable) que se ha analizado sólo desde blogs de expertos nunca lo bastante reconocidos (Corra, jefe, corra, En todo el colodrillo) resonando en círculos muy pequeños e ignorados por el mainstream

Y ahora que lo pienso, esto es un blog muy poco reconocido y a años luz del mainstream. Así que igual sí estoy cualificado para hablar de Ibáñez.

*

Revista Mortadelo n. 131 (1973)
En marcha el Mundial 82 (1981)
A ver, empezaré por las luces, porque luego todo son acusaciones de iconoclastia y parricidio literario: en un día bueno, Francisco Ibáñez era un genio. Esto es así. Dibujo de traca (v. portadas de la revista Mortadelo, las del gag de la "o"), guion de ritmo increíble (lo más cercano que has visto a Looney Tunes en papel), y humor descacharrante. Personalmente creo que se exagera su papel como satirista (Mortadelo y Filemón son tanto una parodia del género de espías como el Coyote y el Correcaminos lo son de National Geographic), pero fue un grandísimo satirista, de una acidez insólita en Bruguera y por tanto en el siglo XX (v. En marcha el Mundial 82 para una dosis memorable). 

Y en cuanto a evolución: sí, ha habido valles, y hasta fosas abisales, pero a mi juicio hubo también al menos tres picos: narices puntiagudas (c. 1961), el dibujo súper currado de los dos primeros largos (1969), y una época bastante más difusa pero que para mí abarca hasta la primera aparición de Chicha, Tato y Clodoveo (1986), donde Ibáñez inicia un proyecto nuevo y se le ve con muchísimas ganas. Quizá haga un post sobre ello algún día. Quizá no.

Dibujo, ritmo, humor, mensaje, y evolución: en una época u otra, sobresalió en las cinco cosas. A ningún otro dibujante de cómics de su época se le pedían siquiera las cinco. Con dos o tres ya tenías curro pa toda la vida. Así que sí: en un día bueno (y 65 años de MyF dieron para muchos días buenos) Ibáñez era el mejor.

Narices puntiagudas (c.1961)
Valor... ¡y al toro! (1970)

Y ahora, las sombras. A partir de la fundación de la revista Mortadelo (si no antes), Ibáñez se convierte en campeón de su editorial, en su símbolo y estandarte. Ibáñez es Bruguera, y Bruguera es Ibáñez. Para bien, y para mal. Y con "para mal" quiero decir que todas las malas prácticas que Bruguera empieza y Ediciones B continúa, Ibáñez las va haciendo suyas: la repetición de gags hasta el hartazgo, la caricatura racista/homófoba más imperdonable a cada año que pasa (again: 65 años), el uso de ectógrafos (ectógrafo es un neologismo que propongo como traducción directa del inglés ghostwriter, para no decir "negro"), el ninguneo a los colaboradores (Juan Manuel Muñoz, el caso más flagrante) y la desconexión absoluta del resto del cómic español. Por no decir de la cultura global. Y hay más sombras, lo sé. Contadme lo de los plagios en los comentarios, por favor, que no lo he oído nunca.

Escribe Vilches: "Atado a unos personajes agotados pero que eran todo lo que el público parecía querer de él". Lo suscribo, igual que todo el artículo, que me parece el panegírico más acertado de estos días, pero me pregunto: ¿era el público quien lo quería así? ¿O el editor? El pobre señor B, que apenas había superado lo de que Jan dejase Superlópez, y ahora se le muere el único otro historietista del que ha oído hablar en su puta vida. Vaya racha. 

*

Tiene poco sentido que un blog titulado "Soy un autor de relleno" hable de Francisco Ibáñez, que era justamente el autor titular. El tío por el que comprabas la revista, entre cuyas páginas asomaban Raf, Schmidt, Figueras, Jiaser, Tran, Gosset, Enrich, Jan, Rovira, Esegé, Marco, Maikel, RojasMiguel, Cera, Ramis, March... Pero es un hecho que todos ellos le deben muchísimo al papá de Mortadelo y Filemón. Quizá no todos abrazaron su influencia con las mismas ganas. Pero sin el genio de Ibáñez, y sobre todo, sin el declive de Ibáñez, no existiría este blog. Porque yo (como muchos) crecí con Mortadelos viejos, muchos años, pero cuando empecé a bajar al kiosco por mi propio pie lo que me encontré fue la época negra de El rescate botarate y El premio no-vel, y ese eclipse es lo que me ayudó a ver el brillo de los autores de relleno.

Y ahora Ibáñez ha muerto, ha caído el árbol que no dejaba ver el bosque. Y parece un buen momento para hablar de esos brotes que crecieron a su sombra, pugnando por ver la luz, por ser ellos mismos, esperando merecer alguna mención antes que la necrológica. Parece buen momento, sí. Pero ahora no toca. Porque Ibáñez y tal.

viernes, 4 de agosto de 2023

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A mí en serio me cuesta entender que al target de la misma revista (Mortadelo, 1974) al que se dirigían anuncios de cromos con el mensaje "pídelos a tu mamá" se le urgiera también a matricularse en el Instituto Americano, en plan "venga, niño, que lo tuyo por lo mío tienes ya doce años y aún no eres mecánico de helicópteros". No sé. Uno de los dos anuncios me pillaría un poco de sopetón mientras estoy leyendo "La Abuelita Paz".

Pero bueno, también es verdad que trabajo en una revista que la última vez que contuvo anuncios eran de politonos del "Bring Me to Life" de Evanescence para tu Nokia 3310, así que qué sabré yo de márketing.

Ah, ¿que hace siete años que no actualizaba este blog? Pues fíjate.