jueves, 25 de agosto de 2016

Marco - Jarry Jarrón

Decíamos ayer (ejem) que Marco era un autor de relleno de los majos. Coetáneo de Cera y Ramis en la época de Ediciones B, publicó menos que estos pero su dibujo era llamativo, para bien. Sus creaciones estrella (no las únicas) son Porrambo, de quien ya hablamos, y esto de aquí.


Jarry Jarrón ("Deteztive de profesión") nace en la revista quincenal Super Mortadelo, a finales de 1987, y es una parodia de la novela y el cine negro americanos, situada oportunamente en un universo de sabuesos antropomórficos. El héroe, bastante alejado de Humphrey Bogart en aplomo (y estatura), pero con la aparente dureza que proporciona no mostrar casi nunca los ojos, viene en los dos atuendos tradicionales (camiseta imperio o gabardina, sombrero no opcional), fuma, bebe, y empieza todas sus aventuras aburriéndose en su oficina a la espera de que un nuevo caso llame a su puerta.



Casos que suelen incluir matones, femmes fatales y todos los secundarios habituales del género. Lo que se llama una parodia de verdad, vaya. Se suele escribir que Mortadelo y Filemón es una parodia del género de espías, pero a mí, que lo he leído a granel, me parecen ganas de dignificar una premisa que es slapstick puro. Jarry Jarrón es más leal a su género y muestra bastante más respeto/amor por el material original. Sirva de ejemplo una escena con chica.


Este es un tema del que ya he disertado alguna vez y que Jarry Jarrón ejemplifica a la perfección. Piénsenlo: Marco crea para Súper Mortadelo una parodia de un género que su público, probablemente, no ha visto jamás en forma pura. Dicho en plata: los lectores de Jarry Jarrón eran niños que difícilmente habrían tenido la paciencia para ver El halcón maltés, mucho menos leer una novela de Marlowe. Era mi caso. Sin embargo, a mis 7-8 años, yo entendía la clase de héroe que Jarry parodiaba, sin haber visto su material original. Quizá fotos de Bogart; fragmentos; con suerte, Quién engañó a Roger Rabbit (1988). Todo muy disperso, pero capaz de inspirarme ya un imaginario coherente.


Este fenómeno me fascina: que un género se consolide tanto que un niño pueda entender la parodia del mismo antes de ser expuesto al original. Pensad, del mismo modo, en el western. Sea por un corto del Pato Lucas, o por Rango, un niño puede enumerar los clichés de las pelis del oeste mucho antes de desbloquear el nivel de span de atención que requiere ver una peli del oeste. Es más: te convalida esa asignatura pendiente. "¿Te gusta el género noir?" "Sí, me encanta Jarry Jarrón", podría responder un crío que aún no ha visto una sola peli en blanco y negro ni leído un libro fuera de la cole "Barco de vapor". Dice mucho del poder de ese imaginario, pero también del parodista, que conserva lo justo para tener un pie dentro del género y con el otro pie abrirnos la puerta.

Y eso es algo que parte del público parece subestimar. Por ejemplo, leo críticas absurdamente iracundas hacia Stranger Things porque es un pastiche del Spielberg y el King de los 80. En primer lugar, probablemente era la intención; y en segundo, tiene mucho mérito hacer eso. Crear una nueva obra en un género completamente establecido, respetando todas las pautas, no es nada fácil, ni menos meritorio que crear algo nuevo donde se te permite trazar tus propias reglas. La gente elogia a autores que prueban un género y "lo llevan a su terreno". Permitidme que me dé humos, pero como creador, eso es lo fácil. Llevar un género a mi terreno me es prácticamente inevitable; más sacrificado sería que fuera género puro, sin personalización.

Y no importa en absoluto quién o qué fundó el género; no tiene más mérito la primera obra que las últimas. Yo escribo libros sobre casas encantadas; la primera novela de ese género se considera El castillo de Otranto, de Horace Walpole (1764); probadla si queréis; es un tostón infumable. Del mismo modo, dad a leer a un niño de 10 años una novela de Dashiell Hammett: le mataréis. Dadle Jarry Jarrón: le gustará. Supongo.


Mejor no le deis esta página; es
políticamente incorrecta. Pero dadle otra.


En fin. Jarry Jarrón, gracioso. Y bonito. Creo que es una de las series a las que el color mecánico sienta peor; hubiera sido interesante ver si el color manual también habría respetado más la estética noir.  Todas las imágenes de este artículo proceden de su único álbum de la colección Olé, aunque la serie dio para más de uno: calculo que hubo unas 75 entregas (entre los números 15 y 90, más o menos), primero de 6 páginas y luego de 4. Agradezco a quien escaneara el álbum, y añado esta página de mi cole: star guest de Porrambo en el n.º 78, "especial culturismo".


Marco creó también Dr. Frank & Einstein, una serie de científico apasionado y ayudante monstruoso, para la revista Súper Zipi y Zape. Como siempre, me gustaría decir que superó su fase de autor de relleno y hoy es dueño de un emporio editorial en algún país escandinavo, pero no lo sé. Si le conocéis, decidle: 1) que me encanta su dibujo, y 2) que desde hace un par de años soy el feliz padre de un detective privado que fuma, bebe y vive sus aventuras en camiseta imperio y sombrero. Noir, llevado a mi terreno, claro. Y sí, cuando me pregunten diré que es un homenaje a Raymond Chandler, pero para mí Jarry fue el primero.

3 comentarios:

  1. Estoy abrumado y terriblemente enfadado con usted. Yo pasaba por aquí a pasar el rato, sin más. Sin más. Y me encuentro de pronto navegando por mi propio imaginario pero bien explicado. Y llevo un par de horas leyendo y he perdido un tren y ha empezado a llover y leo bajo la lluvia. Gracias. De verdad.

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  2. Por fin alguien recupera la memoria de Marco, alguien que desapareció en combate junto a su Porrambo, nacido en la revista Garibolo como ¡te va a gustar! secundario de una historieta de relleno protagonista en Torpón de los Monos, una serie que parodia a Tarzán pero cuyo protagonista era un dinosaurio salido de una serie de Hanna-Barbera que se dirigía más al lector que el Gallo Claudio en sus dibujos animados de la Warner Bros.

    Buen dibujo, buen guión.

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