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sábado, 5 de agosto de 2023

Ibáñez y tal

Ah, vale, ahora recuerdo por qué había reabierto un blog que llevaba enterrado desde que mandaba Obama. Que se ha muerto Ibáñez, tú. 

Ibáñez, by Ibáñez. No tengo los derechos
de esta imagen. Bienvenidos a mi blog.

Se ha escrito muchísimo estos días sobre el legado de Francisco Ibáñez (Barcelona, 1936–2023). Incluso yo he escrito sobre ello. Y no hay precisamente manifestaciones exigiéndome que añada más a la pila, pero qué demonios: nadie pidió nada de lo que he escrito en este blog en diez años, y lo escribí igual. En realidad, el reto al hablar de F. Ibáñez no es encontrar algo nuevo que decir ahora que ha muerto: es hacerse oír por encima de las toneladas de alabanzas vacías y superficiales que se le dedicaron mientras vivía, normalmente por parte de medios generalistas que, cuando tocaba hablar de él una vez al año con motivo del Saló, sacaban el tema en la tertulia con los cuatro todólogos de guardia (porque dios nos libre de tratar el cómic como una disciplina seria que requiera expertos), y todos decían lo de "bueno, Ibáñez... el maestro... qué decir, ¿no?", tirando del recuerdo de un álbum Olé que leyeron con ocho años y la boca llena de Nocilla. Ajenos a todo lo que Ibáñez hizo en las últimas tres o cuatro décadas, época de pocas luces y muchas sombras (el estancamiento, los escándalos, la decadencia innegable) que se ha analizado sólo desde blogs de expertos nunca lo bastante reconocidos (Corra, jefe, corra, En todo el colodrillo) resonando en círculos muy pequeños e ignorados por el mainstream

Y ahora que lo pienso, esto es un blog muy poco reconocido y a años luz del mainstream. Así que igual sí estoy cualificado para hablar de Ibáñez.

*

Revista Mortadelo n. 131 (1973)
En marcha el Mundial 82 (1981)
A ver, empezaré por las luces, porque luego todo son acusaciones de iconoclastia y parricidio literario: en un día bueno, Francisco Ibáñez era un genio. Esto es así. Dibujo de traca (v. portadas de la revista Mortadelo, las del gag de la "o"), guion de ritmo increíble (lo más cercano que has visto a Looney Tunes en papel), y humor descacharrante. Personalmente creo que se exagera su papel como satirista (Mortadelo y Filemón son tanto una parodia del género de espías como el Coyote y el Correcaminos lo son de National Geographic), pero fue un grandísimo satirista, de una acidez insólita en Bruguera y por tanto en el siglo XX (v. En marcha el Mundial 82 para una dosis memorable). 

Y en cuanto a evolución: sí, ha habido valles, y hasta fosas abisales, pero a mi juicio hubo también al menos tres picos: narices puntiagudas (c. 1961), el dibujo súper currado de los dos primeros largos (1969), y una época bastante más difusa pero que para mí abarca hasta la primera aparición de Chicha, Tato y Clodoveo (1986), donde Ibáñez inicia un proyecto nuevo y se le ve con muchísimas ganas. Quizá haga un post sobre ello algún día. Quizá no.

Dibujo, ritmo, humor, mensaje, y evolución: en una época u otra, sobresalió en las cinco cosas. A ningún otro dibujante de cómics de su época se le pedían siquiera las cinco. Con dos o tres ya tenías curro pa toda la vida. Así que sí: en un día bueno (y 65 años de MyF dieron para muchos días buenos) Ibáñez era el mejor.

Narices puntiagudas (c.1961)
Valor... ¡y al toro! (1970)

Y ahora, las sombras. A partir de la fundación de la revista Mortadelo (si no antes), Ibáñez se convierte en campeón de su editorial, en su símbolo y estandarte. Ibáñez es Bruguera, y Bruguera es Ibáñez. Para bien, y para mal. Y con "para mal" quiero decir que todas las malas prácticas que Bruguera empieza y Ediciones B continúa, Ibáñez las va haciendo suyas: la repetición de gags hasta el hartazgo, la caricatura racista/homófoba más imperdonable a cada año que pasa (again: 65 años), el uso de ectógrafos (ectógrafo es un neologismo que propongo como traducción directa del inglés ghostwriter, para no decir "negro"), el ninguneo a los colaboradores (Juan Manuel Muñoz, el caso más flagrante) y la desconexión absoluta del resto del cómic español. Por no decir de la cultura global. Y hay más sombras, lo sé. Contadme lo de los plagios en los comentarios, por favor, que no lo he oído nunca.

Escribe Vilches: "Atado a unos personajes agotados pero que eran todo lo que el público parecía querer de él". Lo suscribo, igual que todo el artículo, que me parece el panegírico más acertado de estos días, pero me pregunto: ¿era el público quien lo quería así? ¿O el editor? El pobre señor B, que apenas había superado lo de que Jan dejase Superlópez, y ahora se le muere el único otro historietista del que ha oído hablar en su puta vida. Vaya racha. 

*

Tiene poco sentido que un blog titulado "Soy un autor de relleno" hable de Francisco Ibáñez, que era justamente el autor titular. El tío por el que comprabas la revista, entre cuyas páginas asomaban Raf, Schmidt, Figueras, Jiaser, Tran, Gosset, Enrich, Jan, Rovira, Esegé, Marco, Maikel, RojasMiguel, Cera, Ramis, March... Pero es un hecho que todos ellos le deben muchísimo al papá de Mortadelo y Filemón. Quizá no todos abrazaron su influencia con las mismas ganas. Pero sin el genio de Ibáñez, y sobre todo, sin el declive de Ibáñez, no existiría este blog. Porque yo (como muchos) crecí con Mortadelos viejos, muchos años, pero cuando empecé a bajar al kiosco por mi propio pie lo que me encontré fue la época negra de El rescate botarate y El premio no-vel, y ese eclipse es lo que me ayudó a ver el brillo de los autores de relleno.

Y ahora Ibáñez ha muerto, ha caído el árbol que no dejaba ver el bosque. Y parece un buen momento para hablar de esos brotes que crecieron a su sombra, pugnando por ver la luz, por ser ellos mismos, esperando merecer alguna mención antes que la necrológica. Parece buen momento, sí. Pero ahora no toca. Porque Ibáñez y tal.

martes, 30 de agosto de 2016

Jan es nuestro Bill Watterson

Reconozco que el titular es irritante, sobre todo por el posesivo "nuestro", que suena a ese complejo chovinista de necesitar un homólogo local para cada logro extranjero. Pero no van por ahí los tiros. Es mi forma de justificar por qué, en el país de los autores de relleno, Jan es el rey.


Empiezo por el caso más célebre: Todos conoceréis a Bill Watterson (Washington, 1958). Es el creador de Calvin & Hobbes y probablemente uno de los... voy a decir 10 artistas de cómic más grandes del mundo, éver. No he hablado con ningún dibujante que le tenga por debajo de genio.


Watterson creó la tira del niño y el tigre en 1985, y trabajaba con Universal Press Syndicate. El syndicate en EE.UU. es una especie de agencia de prensa que distribuye contenidos como columnas de opinión, cómics o pasatiempos a periódicos de todo el país. Una de las pegas de los syndicates es que tienden a uniformizar el formato de sus contenidos, para facilitar a los diarios la maquetación. Por ejemplo, especifican un tamaño único para las tiras diarias, al que han de ceñirse tanto Garfield como Peanuts. Para la tira de los domingos, que es más grande, las restricciones son aún mayores, porque algunos diarios le reservan un espacio en vertical, y otros, apaisado; unos con cabecera, otros sin; así que el formato ha de ser una historieta de ocho o nueve viñetas reposicionables en cuatro o tres filas, en que las dos primeras deben contener un título opcional, la siguiente cae en el formato vertical, etc.

Watterson creía que todas estas imposiciones limitaban su expresión artística, y un día de 1990 decidió unilateralmente que su tira dominical sería una página apaisada, dentro de cuyos márgenes haría lo que le diera la gana. Y si a los diarios no les gustaba, que dejaran de publicarle. Según cuenta Watterson en el prólogo de Páginas dominicales (B, 2001), Universal Press le apoyó y, pese a salir perdiendo con muchos diarios, consiguió lo que quería. Y gracias a esa decisión, pudo regalarnos obras maestras como estas:

 



Y ahora, flash forward... bueno, no; en realidad flash back a la España de la Brugueratroika.

En 1975, Juan López "Jan" (Toral de los Vados, 1939) hace debutar en Bruguera a Superlópez, creado dos años antes para la editorial Euridis. El decimotercer álbum Olé del personaje, El génesis de Superlópez (B, 1989), recoge muestras de esa época. Cuesta reconocer el dibujo expansivo de Jan encarcelado en páginas autoconclusivas de cinco filas por página, desarrollando las viejas tramas predecibles de la escuela Bruguera. Según Antonio Martín en el mismo prólogo del Génesis, Jan se negó a hacer esos guiones, que recayeron sobre Conti o Francisco Pérez Navarro "Efepé" (Barcelona, 1953), y otras fuentes que he leído indirectamente hablan de enfrentamiento entre Jan y el entonces director de Bruguera, Rafael González. No hace falta especular; convengamos, sencillamente, en que Jan se siente disconforme. Como si alguien estuviera limitando su expresión artística. ¿Empezáis a ver adónde voy a parar?

Y encima, sexista y pro-zoológicos.
Todo mal.

1979: Rafael González se ha jubilado. No sé hasta qué punto influye eso en la decisión de Jan de volver a llevar a Superlópez a Bruguera, pero así lo hace. Y su nueva propuesta incluye entregas más largas, con color manual, y guiones fantásticos y llenos de slapstick hilarante, cortesía de Pérez Navarro, que ha visto que el personaje tenía más que ofrecer.

Propuesta aceptada: aparecen las primeras historietas autoconclusivas (8 páginas) en Mortadelo Especial. Pero pronto Pérez Navarro se embarca en historias largas episódicas. Y llega El Supergrupo (1980). Y Todos contra uno, uno contra todos (1980). Para muchos (y muy amigos míos), la cima del personaje y del dibujante.



Un juicio un poco injusto, lo de la cima, porque inmediatamente después, Jan toma las riendas de los guiones y hace Los Alienígenas (1981). Y El señor de los chupetes (1981). Y La semana más larga (1981). Y Los Cabecícubos (1984). Y La caja de Pandora (1985). Y en cada una de estas historias, va resquebrajando más los moldes gráficos de Bruguera, pasando la mano por la cara a todos los demás autores de la casa. Sean de relleno o titulares.

Abrir un Mortadelo Especial por la página de Superlópez es para caerse de espaldas ante la explosión de color...


...la minuciosidad de cada tornillo...



...el despiporre argumental.


Bruguera publicó más de 300 álbumes en la colección Olé. Creo que los únicos que yo y mis colegas de El Jueves nos pondríamos de acuerdo en salvar de un incendio o de una mudanza son estos. No sé de qué otra manera describir lo increíblemente divertida e inspiradora que es la obra de Jan.


Pero ESTO NO ACABA AQUÍ. Y abomino de las mayúsculas, pero las voy a usar ahora.

Resulta que Jan es tan bueno que consigue lo que en la historia de Bruguera sólo han conseguido Ibáñez y Escobar: pasar de autor de relleno a tener revista con su propia cabecera.


Desgraciadamente, esto llega en 1985, en los últimos estertores del Imperio Bruguera. Y la revista aguanta tres números. La historia que serializaba, La gran superproducción, se termina directamente en álbum, el último de Bruguera antes de bajar la persiana. Y entonces llega B y todo eso que ya hemos contado.

Pero alguien en Ediciones B sigue creyendo en la cabecera; ve que Jan es un artistazo que tiene que comer aparte. Y en vez de meterle de relleno en su Mortadelo de marca blanca, le dan una nueva revista, en 1987. Y en ella empieza Viaje al centro de la Tierra.


Es en esta aventura exactamente donde muchos críticos denuncian el principio de la debacle, los primeros "síntomas de la enfermedad que acabará con la serie". Y aquí es donde me pongo serio. Porque si secuencias como esta:


...o esta:


...o esta:


...viniendo de la "escuela" del plano sin perspectiva y el fondo bosquejado, a alguien le parecen síntomas de una enfermedad, se puede ir al puto infierno de los nostálgicos en su cinicomóvil.

Sí, Superlópez cambia. De álbum en álbum. Algo ciertamente insólito cuando el referente vitalicio es Ibáñez, cuyos cambios de estilo se miden en periodos de diez superhumores, pero así es Jan. Aunque en nivel de detallismo toca techo en Viaje al centro de la Tierra, sigue desbordándose gráficamente en los siguientes álbumes, con una gestualidad apabullante y líneas cinéticas delirantes, haciendo viñetas más grandes para montarlas en composiciones de página locamente dinámicas que ningún otro autor de su escuela sueña. Para el lector infantil de Mortadelos, ver este Superlópez es como descubrir tres dimensiones adicionales. Pobladas, además, de petisos y otros animalitos. :_)



Y claro, los guiones cambian también, porque a Jan le apetece contar otras cosas, muchas y muy diversas, que sólo un filisteo puede meter en el mismo saco etiquetado como "Superlópez malo". Ahora, un viaje tintinesco en En el país de los juegos (1988). Ahora, una historia tierna starring Martha Hólmez en El asombro del robot (1989). Ahora, un loquísimo "Escoge tu propia aventura" en Los petisos carambanales (1989). Ahora —sí, ¿qué pasa?—, un mensaje antidroga a los jóvenes en Un camello subió a un tranvía en Grenoble y el tranvía le está mordiendo la pierna (1991). Porque a Jan le preocupan los jóvenes. Le preocupa que os endroguéis y vayáis a fiestas de punkis treintañeros y acabéis haciendo revistas que son fanzines con ínfulas en las que habláis de cuando Superlópez molaba. Mal, chicos, mal. Decid "naranjas".

Y por cierto, sólo en el título de ese álbum tan denostado Jan ya nos recuerda que tiene él más personalidad que todo Ediciones B. ¿Alguien imagina a Ibáñez diciendo a su director "mi próximo largo tendrá un título de dieciséis palabras"? No. El próximo largo de Ibáñez se titula La bombilla, ¡chao, chiquilla! Y los profesores de la escuela Bruguera ríen en sus tumbas.


La revista Superlópez se despide tras 55 números, al terminar Los cerditos de Camprodón (1990). Los siguientes largos se serializaron en Yo y Yo, y finalmente en Super Mortadelo: Jan vuelve a ser autor de relleno.

Las revistas se extinguen en 1995, pero Jan sigue produciendo álbumes hasta hoy. Que yo sepa. El radio de acción de este blog y de mi fascinación no va más allá de esa fecha, pero procuro no volver la espalda a todo lo que se salga de una subjetiva "edad de oro": en casi todos los Superlópez hasta 1995 me pierdo a gusto, y hay varios aún posteriores que me gustan mucho.

Y no, no ha vuelto a haber una Caja de Pandora. Sé que muchos dibujantes en la posición de Jan harían La caja de Pandora una y otra vez; muchos críticos la harían; muchos fans la harían. Pero Jan no la vuelve a hacer, porque ya la hizo. Y eso, eso exactamente, es un síntoma de genialidad. No de enfermedad. Superlópez lo dijo mejor que yo en Cachabolik Blues Rock.

Fun fact: Jan dibujó troquelables de Heidi para Bruguera en los 70.


Bill Watterson se cansó del cómic en 1995. Ahora pinta y hace música y ha pedido a sus agentes que no le envíen más fan mail de Calvin & Hobbes. Jan no fue tan drástico; no dejó Superlópez, pero dejó La caja de Pandora para perseguir otros intereses. Y si tu reacción a esto es "pues ojalá hubiera dejado a Superlópez del todo, para no empañar mis recuerdos de su buena época", eres una rémora inmovilista como los que se oponen a nuevas versiones de Cazafantasmas conflictivamente distintas a la que les gustó de niños.

Superlópez no es nuestro patrimonio, nos guste o no. Nosotros sólo lo comprábamos y leíamos en horas; Jan lo escribe y dibuja en meses. Por no mencionar que comparte nombre y apellido con él. Es su personaje. Y se lo llevó consigo en pos de nuevas aventuras.


*

Muchos ex alumnos de Bruguera son críticos con la difunta editorial. Le reprochan el humor formulaico, el desprecio al artista y la escasa innovación. Cabe preguntarse, sin embargo, si con B las cosas mejoraron o no. Yo, viendo mi colección, creo que no mucho. Sí, llegó sangre nueva, a la que he colmado y colmaré de elogios en este blog, pero la línea editorial avanzó poquísimo, en diseño y en contenido. Todos los dibujantes de las revistas de B a finales de los 80 pasan por el mismo cedazo: viñetas ortogonales, color mecánico, cero perspectivas, cero trama. Y del respeto por el artista baste decir que la historieta de Mortadelo la firmó un "Equipo B" durante dos años.

El único que desafiaba ese patrón, el único que se sale de la cuadrícula y de la página, es Jan. No sé muy bien por qué a él se lo permiten, pero las cosas como sean: gracias por permitírselo. Él es el que no pasa por el embudo; es el que desafía las imposiciones, y se lo consienten; es el que hace los cómics que quiere, pagando el precio: pierde público, pero no empeño. Él es quien nos enseña que vayamos a nuestra bola.

Ese es Jan. Nuestro Bill Watterson.

sábado, 31 de agosto de 2013

Cronología subjetiva

Sobre lo que se trata en este blog hay bastante bibliografía ahí fuera, y otras webs mucho más rigurosas. Yo me limito a cubrir lo que he encontrado en mi sótano, y además, me apetece explotar aspectos que igual sólo me interesan a mí, como el grafismo setentero y la publicidad viejuna. Este artículo pretende dar el contexto.

Los 70 a.E.


Yo nací en 1981. Pero tengo una hermana doce años mayor, que dejó de interesarse por sus tebeos cuando yo llegué para heredarlos. Así que el corpus de cómics en mi casa empieza en los primeros 70.

Justo en 1970 se estrena Mortadelo, la primera revista de Bruguera con personaje de Ibáñez en la cabecera. (El personaje había nacido en 1958.) Influenciada por la publicación francesa Pilote (de la que tomaron prestados a Astérix y Blueberry), la revista presenta poquísimas innovaciones respecto al modelo de tebeo que Bruguera venía haciendo desde el neolítico (DDT, Tío vivo, Pulgarcito, etc). De hecho, así a primera vista hay sólo dos innovaciones, aunque las dos me parecen brillantes: la historieta de estilo libre en portada, y el gag de la o del título, distinto en cada número. Si algún día fundamos una revista de cómics, esas dos ideas hay que fusilarlas sin rubor alguno.

Dibujo del trabajado (con muchas arruguitas, como decía el autor), composición dinámica, "y hasta me gusta el color". Lo puto mejor de Ibáñez, a mi juicio.

La revista la dirigieron Vicente Palomares y más tarde Jorge Bayona Url, cuyo segundo apellido es muy útil para resolver crucigramas. Bayona, por cierto, era de Vic y murió en La Floresta este 2013. Igual era un vallvi, también. Abrazos para él.

Los autores de relleno en esta época: varios que aún colean de la primera generación Bruguera (Peñarroya, Escobar, Jorge) y algunos más contemporáneos: Vázquez, Schmidt, Raf, Tran, Rojas, Rovira, Segura, Jiaser, Alfons Figueras...

El éxito hace que se multipliquen las cabeceras. En 1972 nace Súper Mortadelo, y más adelante surgen monográficos con la cabecera Mortadelo Especial. Todos son esencialmente lo mismo. En Mortadelo se publican los episodios de historias largas; en las demás revistas van historietas cortas, a menudo hechas por negros.


Las portadas de Mortadelo Especial
solían ser de Raf. Otro grandísimo.

Paralelamente, en 1971, Bruguera empieza a recopilar el material tanto en álbumes de lujo (tapa dura con títulos tipo "Magos/Ases/Maestros del Humor" donde recopilan las historias largas) como ediciones populares. Estas últimas son la famosa colección Olé, de tapa blandurria y ochenta páginas. Sacaron más de trescientos, y más de la mitad eran de M&F. Se suponía que eran una especie de antología,  pero en la práctica son cajones de sastre donde se mete de todo sin ningún orden ni escrúpulo. Comprar uno de estos era una tómbola: lo mismo te salía un largo de los buenos (rollo El sulfato atómico) como un puñado de bipáginas subpar dibujadas por el equipo de negros habitual. Y algo de botones Sacarino para rellenar.
Los títulos de estas recopilaciones eran pura esencia Bruguera concentrada: Trompazos a go-go. Dos locuelos de atar. Vaya par de majaretas. Creo que el tipo que se los inventaba ahora traduce las comedias norteamericanas.

Este es el más viejo que tengo: n.º 35. No
es primera edición, porque el precio es de
100 pesetas. Y ni la portada es de Ibáñez.


Había muchas más revistas, de las que tengo uno o ningún ejemplar. Tío Vivo y DDT resucitaron. (En Bruguera nada moría nunca del todo. Creo que aquel verso del Necronomicón, "That is not dead which can eternal lie", era su lema. Probablemente, el Necronomicón lo publicaron ellos. Colección "Nigromantes del humor.") Otros personajes de la casa ganaron cabecera propia, aunque creo que los únicos no hijos de Ibáñez que lo lograron fueron los de Escobar. También tuvieron "super" y "especiales".

Zipi y Zape también tenían un post
con la mano abierta. Recordádmelo.


No, espera, me equivoco: Jan tuvo cabecera propia con Superlópez y un nuevo Pulgarcito (1981). Lo dicho: aquí no se mata nada.

Los 80 d.E.

Volviendo a Mortadelo: en los primeros 80, Bruguera empieza a tener problemas económicos graves. Fruto de estos, supongo, se opta por fundir las revistas Mortadelo y Súper Mortadelo en esta nueva cabecera, los primeros Mortadelos que en casa me compraban a mí. (Yo aprendí a leer muy pronto. No lo digo por decir; es verdad. Si os consuela añadiré que en plástica era imbécil, pero joder, por una cosa buena que tenía de niño, la digo.)

Aunque esta etapa parece representar la crisis de Bruguera, tengo buenos recuerdos de ella. Creo que co-dirigían Bayona Url y Armando Matías Guiu (quien, además, era redactor y personaje recurrente).


En esta etapa adquieren gran poder rellenador Rovira y March. Y también Esegé, Domènec y Miguel.

Es por esta época cuando al menos dos grandes de la casa (Ibáñez y Raf) deciden abandonar Bruguera antes de que el barco se hunda, y fichan por la editorial Grijalbo. Problema: en aquella época, los artistas eran libres de irse, pero la obra era propiedad exclusiva de la editorial. Como Ibáñez no puede hacer más Mortadelos, porque el personaje es de Bruguera, se saca de la manga a Chicha, Tato y Clodoveo. Los estrena en la revista Guai! (1986).


Grijalbo llegó a editar sus propios álbumes estilo Olé (los llama Tope Guai, creo) recopilando los largos del trío.

En 1987, Bruguera echa la persiana. El grupo Zeta se queda todo el fondo editorial, y así nace Ediciones B. El editor coge a un equipo de negros (quizá el mismo equipo de negros que usaba Bruguera) y les pone a hacer Mortadelos (bastante malos). Firman como Equipo B.


Esto me pilla con 6-7 años, y creo que es parte fundamental de mi educación comiquera y la de mi generación. Porque en estas revistas, la historieta de Mortadelo es mierdecilla, mientras que en las páginas siguientes llega un nuevo equipo de gente joven con ideas nuevas que salvan la papeleta. Siguen Rovira y March, y llega Cera. Y Ramis. Y Maikel. Y Marco. Autores de relleno que mantienen a flote una revista caduca cuyo único propósito parece ser el de seguir exprimiendo unos personajes de hace treinta años que ya han pasado su mejor momento.

Esos autores de relleno, y el rey Jan, haciendo desde los 80 lo que le sale de los escarolitrópicos gmnésicos, me enseñaron la lección más importante como autor: no creas ciegamente en los clásicos. Haz lo que te parezca.

* * *

El desenlace de la historia: B refundó Súper Mortadelo, Zipi y Zape, la colección Olé (varias veces), y los álbumes de Magos/Genios/Blablablá del humor. Fundó y mató El tebeo (suplemento de El periódico entre 1990 y 1992). El proyecto de Grijalbo, por su parte, fracasó. Se quedó sus cabeceras Tebeos S.A. (que, casualmente, es Ediciones B también). Tras querellarse con B, en 1988, Ibáñez llega a un acuerdo con ellos para retomar sus personajes, pero (inexplicablemente) las nuevas historias siguen siendo tan característicamente penosas como las del Equipo B. Es lo que los mortadelólogos llaman "la etapa negra". Dicen que esa etapa acabó superándose, y estoy de acuerdo, pero para mí Mortadelo ya no tiene nada nuevo que ofrecer. Su autor ya es lo que se dice un veterano: la guerra está hecha; las condecoraciones, puestas; el respeto, merecido y ganado de todos nosotros. Ya está. Ya podemos mirar a otro lado.

Creo que B cerró la última revista de cómics en 1995.