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lunes, 4 de agosto de 2025

Soy un autor de MASILLA

Durante años en este blog he hablado de los autores de relleno como si fueran la casta más baja de las revistas de cómics, los artistas cuyas series contribuían a hinchar la paginación del Mortadelo o Zipi y Zape semanal. Y esa es una mala costumbre por mi parte. Porque así sólo contribuyo a invisibilizar a otros autores aún más marginados: los de los chistes sueltos, sin serie ni regularidad, ni cabecera, ni crédito a veces, metidos al buen tuntún allí donde cabían. Los mismos chistes que hoy decoran los márgenes de este rincón mío de bloguismo dosmilero. Chistes como estos:

Es bastante frecuente, en cualquier revista de cómics de Bruguera/B, al menos una página de chistes de una sola viñeta. Los americanos los llaman gag cartoons, o one-liners, porque suelen incluir el diálogo en una sola línea colocada a modo de pie de foto, sin bocadillos. Esta regla es tan estricta que a veces, en un chiste mudo, los editores añaden la línea que dice textualmente "Sin palabras", o se las apañan para introducir una descripción innecesaria del dibujo, pero no he visto a nadie fuera de Bruguera/B ser tan ortodoxo. El formato, de hecho, es popularísimo. Es el preferido por revistas como The New Yorker o Playboy. Es el formato en que brilló, por ejemplo, Charles Addams, padre de la familia homónima. Ed Steen es uno de mis favoritos de la generación actual. En España, Mingote me parece un referente del género.

Conti en un Mortadelo de 1984.
José Royo en un Mortadelo Extra de 1991.

En mis primeros tebeos (ca. 1985), el autor de los chistes sueltos a menudo es Conti (Carlos Conti Alcántara, Barcelona 1916–1975), un pilar de la escuela Bruguera. Expresivo, accesible e inmune a la censura franquista ("El humorista debería ser apolítico", dijo en una entrevista [J.M. Vilabella: Los humoristas, Amaika, 1975]), su vasta obra incluye muchísimos de esos chistes inocuos que Bruguera reimprimiría durante años —siempre, eso sí, con la debida acreditación. En la época de B, el mismo rol recaía, hablando así de memoria, en Pañella (Vicenç Pañella, Barcelona 1936 – Vilafranca del Penedès 2020) y en José Royo (Barcelona 1922 – Castelldefels 2012). 

En tebeos más viejos que yo, sin embargo, la cosa cambia. En los años setenta la revista Mortadelo incluía bastantes más páginas-contenedor con one-liners como los del principio de este post. Y mientras que hay algún producto de kilómetro cero (a veces se reconoce por las narices puntiagudas un Ibáñez de dos décadas antes), la mayoría es material extranjero. No hay crédito más allá de la firma, cuando esta aparece y si es legible. La traducción, imagino, se hacía en la casa. Son one-liners: no hay que saber mucho francés o inglés o neerlandés para intuir el chiste.

Tan claro es que esas páginas se componían en la redacción, que a menudo había que complementarlas con chistes en formato texto. Esto de abajo es el aspecto típico de la página 3 en un Mortadelo de los primeros años.

Página 3 de un Mortadelo de 1971. Alrededor de tres one-liners (dos de ellos sin firma), los créditos (arriba a la izquierda), y unos cuantos chistes de casete de gasolinera, todos anónimos. Tres de ellos, además, escenificados en dibujo, también sin firmar (pero ya os digo yo que es Gosset, el de "Hug el Troglodita").

¿Y de dónde salían esos one-liners? Pues miren, no tengo el gusto de conocer a nadie que trabajase en una redacción de Bruguera en los setenta, pero me encanta imaginarlo, así que voy a tirarme a la piscina. La cosa es que en el mundo pre-internet, la prensa tiraba mucho de recurso gráfico contratado por agencia. Igual que hoy día una revista se suscribe a un banco de imágenes online para utilizar sus fotos y ahorrarse el fotógrafo, o pide permiso a Universal Press Syndicate para que le dejen poner la tira de Snoopy, en los setenta a.C. (antes del Chrome), las agencias mandaban representantes a tu redacción, que llegaban con una carpeta como un vendedor puerta a puerta y te enseñaban su mercadería. No sólo imágenes, sino muchos contenidos atemporales: pasatiempos, horóscopos... y supongo que también one-liners. Esa es una posible explicación para que el trabajo de muchos dibujantes americanos y europeos acabara, agencia mediante, en las páginas de Mortadelo.

Otra explicación es que lo recortasen de revistas extranjeras, lo tradujesen y publicasen por la puta cara. No digo que lo hicieran, ojo. Digo que es otra explicación.

Página 3 del núm. 4 (1970). Seis one-liners, dos sin firmar (¿diría que el de abajo es Conti?), uno de Marianico el Corto... y un par de ítemes de actualidad, que no todo ha de ser jijí-jajá. Por ejemplo, esa noticia sobre esos "rascacielos gigantes" que están construyendo en Nueva York, y que estamos deseando ver acabados. Un momento, me comunican por el pinganillo que... ¿Cómo? ¿Qué me dice? ¿Un avión? Hostia puta. Bueno, pues menos mal que construyeron dos, ¿no? Ja, ja. 

Que esas páginas contenedor casi desaparezcan en la etapa de Ediciones B (1986 en adelante) podría significar que eran una mala práctica de Bruguera que se quería dejar atrás. Pero lo dudo. Primero, porque no veo a nadie de B diciendo "esto es una mala práctica y deberíamos dejarlo atrás". Segundo, porque otra cosa que va en declive a partir de la etapa B es la publicidad.

Página contenedor típica construida en torno a dos anuncios, uno de otra revista de la casa, y otro del Instituto Americano, por si ahora, cuando termines de leer Anacleto, te da por ir a aprender aeromecánica. Que serías un perfil de persona que me fascina, pero se ve que en los setenta en España era normal. 

Y es que el director de publicidad, en una revista, tiene mucho que decir sobre la escaleta semanal. Busca anunciantes, les vende el espacio, y luego llega a la reunión y canta el menú: "Hoy tengo un cuarto de página del Sanson Institute, media vertical de CEAC, cuarto bicolor de Tigretón, dos y cuarto de libros y promociones, y contra de las muñecas de Famosa". Total: cuatro páginas y cuarto de publi. En un Mortadelo de 32 páginas, menos 24 de series fijas y una portada, eso querría decir que esa semana quedan dos y tres cuartos por rellenar. En bloques desperdigados por toda la revista. Algunos a color, otros en bicolor o en b/n. 

¿Cómo llenas eso? No puedes encargar otra serie a un colaborador habitual, porque no tendrá regularidad: otra semana igual entra más publicidad y se pierde ese espacio. La solución son los one-liners. Pequeños, monocromos y fáciles de maquetar. Perfectos para tapar huecos. La masilla de la revista.

Ojo: "masilla", como "relleno", no es una ninguna marca de deshonor. Es trabajo que aún hoy se hace en la redacción de cualquier medio impreso. Masilla eran los célebres "Diálogos para besugos" de Armando Matías Guiu. Masilla son series importadas como "Cuervo Loco" ("The Crows"), de Reg Parlett (Londres, 1904–1991), una tira que aparece en Mortadelo con regularidad, pero con las viñetas reposicionadas como haga falta. (Que no haya deshonor en la factura no significa que haya respeto por parte del editor.) En el argot periodístico de Estados Unidos existe el concepto bus plunge, referido a las noticias de accidentes de bus que salían en los diarios, no porque fueran importantes, sino porque se podían resumir muy sucintamente y te llenaban un agujero en la maquetación. Lo mismo pasa hoy en El Jueves: siempre hay algún faldón o una columnita de dibujos rápidos hechos a última hora por tu encofrador de confianza.

¿Ves? Doblando un poco la tira de Cuervo Loco, que el autor es extranjero y no se queja, te entra aquí el anuncio del estiraenanos, y este bujero te lo tapo con dos guanláiners que me he encontrao en el fondo de un cajón. Maquetación profesioná. Enga, vamos a hacer el tercer desayuno.

Sabe dios que en este blog nos encanta rescatar nombres enterrados con nuestras colecciones de tebeos viejos, pero reconocer a todos los autores de masilla en Bruguera y B sería tarea de una magnitud que supera mi entusiasmo. Estas, sin embargo, son algunas de las firmas que he sabido leer e identificar. Son una fracción de todos los publicados.

sábado, 31 de agosto de 2013

Cronología subjetiva

Sobre lo que se trata en este blog hay bastante bibliografía ahí fuera, y otras webs mucho más rigurosas. Yo me limito a cubrir lo que he encontrado en mi sótano, y además, me apetece explotar aspectos que igual sólo me interesan a mí, como el grafismo setentero y la publicidad viejuna. Este artículo pretende dar el contexto.

Los 70 a.E.


Yo nací en 1981. Pero tengo una hermana doce años mayor, que dejó de interesarse por sus tebeos cuando yo llegué para heredarlos. Así que el corpus de cómics en mi casa empieza en los primeros 70.

Justo en 1970 se estrena Mortadelo, la primera revista de Bruguera con personaje de Ibáñez en la cabecera. (El personaje había nacido en 1958.) Influenciada por la publicación francesa Pilote (de la que tomaron prestados a Astérix y Blueberry), la revista presenta poquísimas innovaciones respecto al modelo de tebeo que Bruguera venía haciendo desde el neolítico (DDT, Tío vivo, Pulgarcito, etc). De hecho, así a primera vista hay sólo dos innovaciones, aunque las dos me parecen brillantes: la historieta de estilo libre en portada, y el gag de la o del título, distinto en cada número. Si algún día fundamos una revista de cómics, esas dos ideas hay que fusilarlas sin rubor alguno.

Dibujo del trabajado (con muchas arruguitas, como decía el autor), composición dinámica, "y hasta me gusta el color". Lo puto mejor de Ibáñez, a mi juicio.

La revista la dirigieron Vicente Palomares y más tarde Jorge Bayona Url, cuyo segundo apellido es muy útil para resolver crucigramas. Bayona, por cierto, era de Vic y murió en La Floresta este 2013. Igual era un vallvi, también. Abrazos para él.

Los autores de relleno en esta época: varios que aún colean de la primera generación Bruguera (Peñarroya, Escobar, Jorge) y algunos más contemporáneos: Vázquez, Schmidt, Raf, Tran, Rojas, Rovira, Segura, Jiaser, Alfons Figueras...

El éxito hace que se multipliquen las cabeceras. En 1972 nace Súper Mortadelo, y más adelante surgen monográficos con la cabecera Mortadelo Especial. Todos son esencialmente lo mismo. En Mortadelo se publican los episodios de historias largas; en las demás revistas van historietas cortas, a menudo hechas por negros.


Las portadas de Mortadelo Especial
solían ser de Raf. Otro grandísimo.

Paralelamente, en 1971, Bruguera empieza a recopilar el material tanto en álbumes de lujo (tapa dura con títulos tipo "Magos/Ases/Maestros del Humor" donde recopilan las historias largas) como ediciones populares. Estas últimas son la famosa colección Olé, de tapa blandurria y ochenta páginas. Sacaron más de trescientos, y más de la mitad eran de M&F. Se suponía que eran una especie de antología,  pero en la práctica son cajones de sastre donde se mete de todo sin ningún orden ni escrúpulo. Comprar uno de estos era una tómbola: lo mismo te salía un largo de los buenos (rollo El sulfato atómico) como un puñado de bipáginas subpar dibujadas por el equipo de negros habitual. Y algo de botones Sacarino para rellenar.
Los títulos de estas recopilaciones eran pura esencia Bruguera concentrada: Trompazos a go-go. Dos locuelos de atar. Vaya par de majaretas. Creo que el tipo que se los inventaba ahora traduce las comedias norteamericanas.

Este es el más viejo que tengo: n.º 35. No
es primera edición, porque el precio es de
100 pesetas. Y ni la portada es de Ibáñez.


Había muchas más revistas, de las que tengo uno o ningún ejemplar. Tío Vivo y DDT resucitaron. (En Bruguera nada moría nunca del todo. Creo que aquel verso del Necronomicón, "That is not dead which can eternal lie", era su lema. Probablemente, el Necronomicón lo publicaron ellos. Colección "Nigromantes del humor.") Otros personajes de la casa ganaron cabecera propia, aunque creo que los únicos no hijos de Ibáñez que lo lograron fueron los de Escobar. También tuvieron "super" y "especiales".

Zipi y Zape también tenían un post
con la mano abierta. Recordádmelo.


No, espera, me equivoco: Jan tuvo cabecera propia con Superlópez y un nuevo Pulgarcito (1981). Lo dicho: aquí no se mata nada.

Los 80 d.E.

Volviendo a Mortadelo: en los primeros 80, Bruguera empieza a tener problemas económicos graves. Fruto de estos, supongo, se opta por fundir las revistas Mortadelo y Súper Mortadelo en esta nueva cabecera, los primeros Mortadelos que en casa me compraban a mí. (Yo aprendí a leer muy pronto. No lo digo por decir; es verdad. Si os consuela añadiré que en plástica era imbécil, pero joder, por una cosa buena que tenía de niño, la digo.)

Aunque esta etapa parece representar la crisis de Bruguera, tengo buenos recuerdos de ella. Creo que co-dirigían Bayona Url y Armando Matías Guiu (quien, además, era redactor y personaje recurrente).


En esta etapa adquieren gran poder rellenador Rovira y March. Y también Esegé, Domènec y Miguel.

Es por esta época cuando al menos dos grandes de la casa (Ibáñez y Raf) deciden abandonar Bruguera antes de que el barco se hunda, y fichan por la editorial Grijalbo. Problema: en aquella época, los artistas eran libres de irse, pero la obra era propiedad exclusiva de la editorial. Como Ibáñez no puede hacer más Mortadelos, porque el personaje es de Bruguera, se saca de la manga a Chicha, Tato y Clodoveo. Los estrena en la revista Guai! (1986).


Grijalbo llegó a editar sus propios álbumes estilo Olé (los llama Tope Guai, creo) recopilando los largos del trío.

En 1987, Bruguera echa la persiana. El grupo Zeta se queda todo el fondo editorial, y así nace Ediciones B. El editor coge a un equipo de negros (quizá el mismo equipo de negros que usaba Bruguera) y les pone a hacer Mortadelos (bastante malos). Firman como Equipo B.


Esto me pilla con 6-7 años, y creo que es parte fundamental de mi educación comiquera y la de mi generación. Porque en estas revistas, la historieta de Mortadelo es mierdecilla, mientras que en las páginas siguientes llega un nuevo equipo de gente joven con ideas nuevas que salvan la papeleta. Siguen Rovira y March, y llega Cera. Y Ramis. Y Maikel. Y Marco. Autores de relleno que mantienen a flote una revista caduca cuyo único propósito parece ser el de seguir exprimiendo unos personajes de hace treinta años que ya han pasado su mejor momento.

Esos autores de relleno, y el rey Jan, haciendo desde los 80 lo que le sale de los escarolitrópicos gmnésicos, me enseñaron la lección más importante como autor: no creas ciegamente en los clásicos. Haz lo que te parezca.

* * *

El desenlace de la historia: B refundó Súper Mortadelo, Zipi y Zape, la colección Olé (varias veces), y los álbumes de Magos/Genios/Blablablá del humor. Fundó y mató El tebeo (suplemento de El periódico entre 1990 y 1992). El proyecto de Grijalbo, por su parte, fracasó. Se quedó sus cabeceras Tebeos S.A. (que, casualmente, es Ediciones B también). Tras querellarse con B, en 1988, Ibáñez llega a un acuerdo con ellos para retomar sus personajes, pero (inexplicablemente) las nuevas historias siguen siendo tan característicamente penosas como las del Equipo B. Es lo que los mortadelólogos llaman "la etapa negra". Dicen que esa etapa acabó superándose, y estoy de acuerdo, pero para mí Mortadelo ya no tiene nada nuevo que ofrecer. Su autor ya es lo que se dice un veterano: la guerra está hecha; las condecoraciones, puestas; el respeto, merecido y ganado de todos nosotros. Ya está. Ya podemos mirar a otro lado.

Creo que B cerró la última revista de cómics en 1995.


domingo, 25 de agosto de 2013

Series serias


Las revistas de cómics Bruguera (Tío vivo, Pulgarcito, Mortadelo, etc) estaban realizadas casi íntegramente por autores locales (Ibáñez, Conti, Raf, Escobar, Vázquez, Schmidt, etc), casi todos dedicados al cómic humorístico, o incluso bruguerístico, que ya era un género en sí. En Mortadelo, fundada en 1970, por ejemplo, Ibáñez era el autor titular, y los demás estaban "de relleno". Dicho con todo el respeto. Al fin y al cabo, es de lo que va este blog.

Era norma de la casa, sin embargo, que todas esas revistas incluyeran siempre algunas páginas de cómic más serio, de aventuras o policíaco. Estas páginas eran a veces de autores patrios (El corsario de hierro, de Ambrós), pero más a menudo eran parte de álbums americanos o francobelgas, a veces conocidos (Blueberry, de Moebius), y a veces más oscuros (y baratos, supongo). Su estilo encajaba entre el resto de la revista como agua y aceite.

La fascinación que hoy me producen esas series es proporcional a lo mucho que me aburrían de pequeño. Eran el relleno de las páginas de relleno.

Yo pasaba de estos cómics sin mirarlos apenas: eran historias de diálogo denso y personajes de mandíbula cuadrada y anchos de hombros, sin narices grotescas, y me costaba distinguirlos. Además, siempre eran episodios de obras mayores y, al no tener los números consecutivos, me faltaba el contexto para seguir la historia. Cuando abandoné las revistas en un sótano, no retenía el nombre de un solo personaje o un solo autor. (Tampoco es que Bruguera se esforzara mucho en hacerlo constar.) Suerte que hoy, gracias a San Google, puedo poner nombre a esas páginas y a los que estaban detrás de ellas. 

Sección R, de Raymond Reding. Entiendo que es la versión de Eric Castel para chicas y Édgares.

La serie es Los delfines y el título, Operación Vikingo. Firman unos tales N. Quinto y D. Quinto; no he sabido identificarles.

El teniente Marlo, de Claudio Nizzi y Sergio Zaniboni. Como traductor, consta Armando Matías Guiu (Barcelona, 1925-2004) colaborador y editor histórico de Bruguera.

Mira, unos españoles: ese Francisco Pérez será Pérez Navarro / Efepé, I suppose. Dibuja Jesús Redondo.

El imperio trigano. Guion de Mike Butterworth, dibujos de Don Lawrence. No era común que Bruguera publicase páginas interiores con color manual.

Jan Europa, de Edmond (Edmond Fernández, Barcelona 1938). Esta serie pulp la comisionó expresamente Bruguera para Mortadelo en 1979, en un intento de coger aire en su última etapa. Glénat la republicó entera (junto con páginas inéditas) en 2009.