jueves, 17 de agosto de 2023

Trinca

Es un tema recurrente en este blog (como los hiatos de varios años) que el panorama comiquero patrio del siglo pasado padece de una hegemonía de la escuela Bruguera. Que no es que sea una mala escuela, pero es una escuela, lo cual a mí ya me trae malos recuerdos. En una escena tan monopolizada, cualquiera que se saliera del patrón de los personajes con rima, el sapristi y el caerse hacia atrás haciendo catacróker destacaba, a su manera. Lo bastante para merecer un post, al menos.


Trinca es, toda ella, una revista de relleno, un jugoso tropezón en el potaje historietil del kiosco retardofranquista. Quincenario juvenil publicado entre 1970 y 1973, subsistió durante 65 números. Los diez primeros aparecieron por mi casa años después en forma de tomo recopilatorio, que mi yo infantil hojeaba con algo de interés, bastante curiosidad, y confusión ante la ausencia de contenido sobre La Trinca, grupo de canción satírica de Canet de Mar que por entonces me hacía mucha más gracia. No tenían nada que ver. Trinca, publicada por la editorial Doncel (a su vez fundada por el antiguo Frente de Juventudes de la Falange), no se metía en política. Ejem, ejem. Ay. Qué tos más tonta, así de pronto.

Un editorial de la propia revista, que no escatimaba texto precisamente, arroja algo de luz sobre este tema controvertido:


Si no veis la imagen de arriba, es un mazacote de texto que no me apetece transcribir, titulado "Una revista para Europa", y del que destacaría dos frases: 1) "A todos nos une una condición superior que se denomina hombre (homo sapiens)", y 2) "Amemos a España". Globalismo y ombliguismo, todo a la vez. Mirar para fuera, sí, pero con una mano siempre dentro del pantalón. Resumen perfecto de una década y de un progresismo que lo abarcaba todo: desde la revolución del proletariado al conservador que pensaba "ojalá poder votar, para que el amado líder se sienta más validado". Pues ahí, exactamente en ese espectro de trescientos pársecs que cubre el "progresismo" de 1970, ahí estaba Trinca. Con sus historietas de jóvenes liberales y del Cid, con sus artículos sobre Thailandia y el Camino de Santiago, con sus anuncios de libros y de carabinas.

Creo que hay una lección a extraer de todo esto, pero prefiero empezar a subir historietas, que tengo muchas y me estoy haciendo los comentarios encima.

Quizá la serie insignia, Trinca, de Sánchez Pascual y César Guirado, sintetice mejor que nadie el etos de la revista. Sus protagonistas (indiscernibles) son tres estudiantes cosmopolitas de Madrid, valga el oxímoron; sus aventuras (en el sentido muy amplio) nos hablan del peligro de las drongas, la importancia del deporte o la diferencia entre libertad y libertinaje. Su estilo gráfico, también, es representativo de la revista: todo el dinamismo que muestra la composición de página lo pierden los personajes, todos guapos que nunca abren la boca. Es sin duda la serie con el mensaje menos subliminal, prácticamente un editorial en viñetas que pugna por reconciliar el espíritu aventurero de la juventud melenuda con el miedo a todo del extremo centro. 

En sus momentos de mayor candidez, sin embargo, tiene algo de entrañable. Esta historieta, de peque, me fascinaba:

Las cartas de los lectores, sin embargo, dejan constancia de que Trinca no era la serie favorita del público. Quizá lo fue esta:




Los Guerrilleros es una serie episódica con guión de José María Echevarría "Andrade" y dibujo de Joan Bernet Toledano (1924-2009) (hermano de Miquel Bernet "Jorge", creador de Doña Urraca, a su vez padre de Jordi Bernet, de Clara de Noche). Mucho que comentar en estas cuatro primeras páginas que diestramente nos presentan ya a nuestros cuatro héroes: pastor, montero, cura, y enmascarado con tremendos problemas para integrarse al ser la única persona sin narizota de España y Francia. Por ejemplo, la nota al pie: "pronúnciese con cierto tono gangoso, al estilo francés", o el pseudónimo del guionista, parecido al que usó Franco cuando escribió Raza (¿homenaje, parodia? ¿Quiero saberlo?). Pero lo más interesante es el tono general de la obra: la mezcla de comedia y aventura, con un motif de astucia rústica contra invasores sofisticados que recuerda a Astérix; el humor blanco con un punto de slapstick tontuno, a lo Bruguera, pero con más tensión argumental y dibujo más elaborado, todo enmarcado en un episodio conocido de la historia de España.

Lo del motivo histórico, de hecho, era el punto fuerte de cualquier propuesta que llevases a los editores de Trinca. Ejemplos: El Cid, de Antonio Hernández Palacios (1921-2000).

Don Cirilo y Sanchón, dos quijotes con tesón, de Fabo (n. 1942).

Héctor (adalid de almogávares), con guion de Fernando M. Sesén (1923-1974), dibujos de Chiqui (José Luis De la Fuente, 1933-1992).

El lector con uno o más ojos en la cara habrá notado la diversidad de estilos: una vez más, ese afán de Trinca por cubrir un espectro amplísimo de gustos estéticos y de definiciones de "moderno". Trinca se dirigía a dos lectores de cómic: el fan del humor brugueriano tradicional (más presente en Los guerrilleros) y el cómic de género artísticamente más ambicioso, de influencia extranjera, que ya se había probado con poco éxito en revistas anteriores, como Gaceta Junior

En ambos polos de ese espectro aparecen cosas interesantes. En el humorístico, surgen firmas ya familiares en este blog, como Rojas (Don Percebe y Basilio, Aníbal), aquí con su personaje Hippy Fardón, el "how do you do fellow kids" de la escuela Bruguera.

O Gabi (1922-1985) y su Sherlock López, personaje que debutó en Flechas y Pelayos y terminó de relleno en el Mortadelo o Zipi y Zape de turno.  

O, ¿por qué no?, un poco del Jan pre-Superlópez con El último vampiro. (Si no hubiera firmado la página, creo que los anuncios en la cabina telefónica bastarían para reconocerle.)

Mientras que en el otro extremo, el del cómic de género, vemos cosas de una riqueza gráfica que rara vez ofrecían las páginas del cómic serio al final del Mortadelo. Pónganse las gafas; vienen banquetes visuales para los que el lector de Olés no está preparado.

Western: Manos Kelly (de nuevo Hernández Palacios):


Espada y brujería: Kronan, de Jaime Brocal Remohí (1936-2002): por si creíais que el "Tronak el Kárbaro" de Juan López era un derivado demasiado obvio:

Novela adaptada: El libro de la selva, de Juan Arranz (1932):

Bélico: Oliver, de Chiqui.

Ciencia-ficción: Haxtur, de Víctor de la Fuente (hermano de Chiqui, por cierto).

Mención especial en ciencia-ficción: Andrómeda, de Francisco Guinovart (1946). Técnica mixta con tremendo abuso de la plantilla de circunferencias. Juro que estas dos páginas incomprensibles son perfectamente representativas de toda la serie. Recuerdo leer esto de pequeño esforzándome muchísimo, y no entender nada. (Ahora tampoco entiendo nada, pero estoy muy a favor de hacer cosas que no se entienden.)

Mención especial al flipamiento ilustrado: Peter Petrake, de Miguel Calatayud (1942). Posiblemente lo más memorable que salió nunca de Trinca, y top 10 de cosas más locas del cómic español éver. Pura ambrosía pop. Cuelgo una historia completa porque no sabría decidir qué parte de estas seis páginas me fascina más: el combo rotulación manual + efectos de sonido impresos, la cinética de los puñetazos, las bacterias, los perros, los perfiles, el coro de bomberos... ¡Qué década, los setenta! Imagínate ir a una revista de cómics con un portafolio que dice "la peli de Yellow Submarine me cambió la vida", y salir con empleo.



Mención especial porque es compañero de El Jueves y mola mucho: Ventura y Nieto, dos de los talentos más versátiles del cómic español (1947 & 1947-1995). Ambos adquieren gran peso rellenador en Trinca hacia la segunda mitad de su trayectoria, tanto en el apartado humorístico como en el serio. Estas páginas pertenecen a la historia titulada ¿Cuál es la conquista del universo?

Mención especial por ser la única autora que he encontrado en la revista: Begoña (quizá Begoña Esteban; su ficha en Tebeosfera es más bien lacónica).


Y mención especial por tener protagonista femenina y entenderse, a diferencia de Andrómeda: Ana, de José Bielsa (1931). 


Hay muchísimo más material, pero quiero dejarlo aquí porque Ana, como la serie titular, resume bien todo lo que hacía de Trinca una revista tan diferente de las que aparecen por este blog: más ambición estética, menos condescendencia, y un intento de reflejar de verdad el mundo en el que la revista salió. En el universo Bruguera, el tiempo apenas existe; la levita de Mortadelo (que ya era cómicamente vieja en 1958) es imperecedera; los gags de Conti en los 40 y los 80 son intercambiables. Trinca fue muchísimo más efímera (cuatro años apenas), pero vivió el momento. Quería vivirlo. Por eso apostaba por Europa, y por el espacio y por el delirio gráfico de Peter Petrake, aunque luego también se encandilara con el Cid y los almogávares. Soñó, creo, hasta donde podía soñar una redacción madrileña con apoyo institucional en 1970. No todo lo que refleja Trinca es bonito, pero es real, fiel a los anhelos y los miedos de su generación.

Y joder, visualmente era la caña. Sólo por eso, vale la pena salir del Mortadelo de vez en cuando.

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