martes, 21 de octubre de 2025

Domènec - El vecino de abajo

Este de la izquierda es uno de los primeros Mortadelos que leí. Octubre de 1984. Recuerdo que, pese a mi tesón y buena voluntad, necesitaba la ayuda de mis mayores para leer la historieta del personaje titular. Un plot twist inesperado: años después me di cuenta de que esa historieta, titulada "¡A por la favorita!", era apócrifa. Hoy sospecho que es de Lourdes Martín. Típico de mi generación: mi primera historieta de Mortadelo y Filemón no era de Ibáñez. Es más: mi primera historieta de Mortadelo y Filemón la hizo una mujer. Cuarenta años más tarde, soy gay. Gracias, Bruguera. 

Página de ¡A por la favorita!, de autor indeterminado. 

La revista Mortadelo de esa época, con su logotipo característico y con gag en la segunda o, no en la primera, llega al kiosco nada más empezar 1984. Es el fruto de refundir las antiguas cabeceras Mortadelo y Súper Mortadelo en una sola, PERO continuando la numeración del Súper Mortadelo, porque pa qué hacerlo simple pudiendo hacerlo complicado. Dicha fusión de revistas era un claro síntoma del otoño del imperio Bruguera. En 1985, Ibáñez y Raf abandonarían el barco para irse a Grijalbo, y en 1986 Bruguera echaría la persiana. Nótese, sin embargo, que ese número de arriba aún es del 84; Ibáñez todavía estaba en nómina. Entiendo que si no hizo él la historieta de M&F es por la baja por una operación de cervicales a la que se sometió con sólo 48 años. Recuerden, niños: antes de una sesión de dibujo de veintiséis horas, ¡hagan sus estiramientos!

Página 3 del mismo número, dedicada a la convalescencia de Ibáñez.
Staff del n.º 200, 1984.

Lo de que la portada aluda a la operación, un tema de tan rigurosa actualidad y a la vez tan interno, es uno de esos detalles que hoy hacen esta época de Mortadelo tan entrañable a mis ojos. Otro detalle es la aparición frecuentísima del director Armando Matías Guiu en las portadas. La huella de Matías Guiu, de hecho, es ineludible; a diferencia de sus predecesores, limitados a mezclar masilla, él escribe y firma sus colaboraciones, como el famoso Diálogo para besugos. Preside el staff de la página 2, repleto de gags y que me recuerda al de El Jueves en la misma época. Se emplean menos rellenadores, pero se les da mucho peso (March hace hasta nueve páginas semanales, entre Tranqui y Tronco y El Mini-rey). Muchos autores (Escobar entre ellos) se acostumbran a dibujarse en los márgenes de sus páginas. La sección de pasatiempos, "Rómpete el Coco", incluye cameos de autores y personajes. Es una revista, en definitiva, que enseña la tramoya, mostrando entre sus páginas una redacción familiar y casadepútica, lejos del corporativismo de la Bruguera franquista. Si esta imagen es auténtica o impostada, no lo sé; sé que es divertida. Abundan las puyas entre autores: los humores de Ibáñez y de Matías Guiu, en particular, ácidos e hiperbólicos, casan a la perfección; performan un duelo hilarante de egos grotescamente hinchados que es muy difícil no leer como pura sátira. Y sin embargo, el conflicto existía: la ruptura Ibáñez-Bruguera era inminente.

No sé. Quizá quiero ver en este Mortadelo la redacción en la que me hubiera gustado trabajar. Quizá hasta lo era. 

A mi yo de los ochenta, por supuesto, todos estos gags de editores despóticos y dibujantes explotados le pasaban bastante por alto. A esa edad, la diversión entra por los ojos. Pero es que también había mucho en ese Mortadelo que me entró por los ojos. Exempli gratia: esta página que tiene piso en mi cabeza desde 1984. Desde mucho antes de entenderla.

En el momento de empezar este artículo tenía dos (2) entregas de El vecino de abajo, de Domènec. Creía guardar una tercera, que no he logrado encontrar; en un mercadillo compré dos más. No sé si son bastantes para comprender enteramente la premisa de la serie, cuyo tema central, obviamente, es el infierno, pero que en algunos episodios también es literalmente "el vecino de abajo": las viñetas superiores parecen habitadas por gente normal en pisos normales, mientras que las inferiores siempre las pueblan demonios y condenados, como si el infierno se hubiera trasladado a los bajos de un edificio. Ni los demonios ni los condenados ni el resto de vecinos tienen nombres, que yo sepa, pero son recurrentes. Debe de ser de la pocas series en Bruguera que no llevan el nombre del protagonista, salvo en forma de eufemismo.

La temática es indiscutiblemente rompedora. No me he molestado en investigar si hubo precedentes de humor teológico en Mortadelo, pero conociendo aquella historia de que a Ibáñez le censuraron por blasfema la parodia del Dr. Frankenstein en 13, Rúe del Percebe, voy a jugármela y asumir que la Bruguera de los setenta no hubiera tolerado una historieta con la premisa "infierno pero gracioso". Pero no sólo la premisa es atrevida: narrativamente Domènec también es original, porque las historietas no son estrictamente secuenciales. Más bien (como en "13 Rúe", o incluso como las viñetas post-partido de Óscar Nebreda en El periódico) todo ocurre a la vez. La historia se ordena por "pisos", o incluso por "habitaciones" (grupos de personajes), no por viñetas. Aun así, los diálogos están pensados para leerse en el orden natural, es decir, acabando siempre con el vecino de abajo. Todos acabamos ahí.

Es bastante difícil, como premisa. Bastante ambiciosa, también. Muy característica de esta revista que empieza a probar cosas nuevas.

Página del n.º 217. Podría ser la última entrega, pero no lo fue. Hubiera sido dejarlo muy en alto, y nunca mejor dicho.

No soy el primer tebeólogo en interesarse por la figura de Domènec, que sólo emerge en las revistas de Bruguera/B durante un breve periodo en los ochenta. Su ficha en Tebeosfera es un páramo, y además le atribuye alguna obra equivocada, como unas viñetas recogidas en la antología Any d'estelades, que en realidad son del periodista Fran Domènech. Si nos fiamos de la Comiclopedia, entonces probablemente Domènec es Valentí Domènech (L'Hospitalet, 1949), mayormente asociado con Comicup, un estudio gráfico que dibujaba cómics Disney en Europa. También trabajó en animación: he flipado al ver que tiene un crédito en una de mis series de animación favoritas de la infancia, Count Duckula

"Valentin Domenech" en los créditos de Count Duckula. Me ha hecho mucha ilu encontrar esto.
Insisto: no estoy 100% seguro de que sean la misma persona. Entre otros motivos, como me apunta el colega Kap (gràcies, maco), porque es raro que en Bruguera/B su apellido siempre pierda la h. Idealmente, compararía firmas, pero todo lo dibujado para Disney va sin firmar. Si es él, pues estamos ante otro artista tremendamente versátil, cualidad frecuente entre los rellenadores. Y por edad, también concuerda: "El vecino de abajo" encaja con un autor de unos 35, con mucho oficio ya a la espalda pero también lo bastante joven para querer innovar. 

"Heliotropo" en la contra del n.º 217. Yo tampoco entiendo el chiste del pie. Cuarenta años después, Mortadelo sigue desconcertándome a veces. 

No he encontrado una sola página de la otra serie de Domènec más recordada entre los foreros, "El futuro es ayer". Sí tengo sendas páginas de otros dos personajes suyos: "Heliotropo, el espía", de la misma época que "El vecino de abajo", y una sección de pasatiempos titulada "Los problemas de Margarito Neuras", en un Pulgarcito de 1987. Después de ese año, su firma desaparece de los tebeos. Quizá la experiencia en la escuela Bruguera no le dejó buen sabor de boca. (*Voz de Matías Prats*) Podríamos decir que fue un... infierno.

Es una lástima, porque era original, era llamativo, y merecía trabajar en un barco que no se hundiera. De hecho, gracias a gente como él, el barco que se hunde me parece tan interesante que ya os digo ahora que los próximos tropecientos posts en este blog vendrán de esa época. El decline and fall de Mortadelo. Es la revista que yo haría.

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