jueves, 2 de octubre de 2025

¡Alucine, vecine!

El post de hoy va de que el otro día encontré este tebeo en una pila de mierdas viejas que tenía el kiosquero de la esquina y me dije "mira, de esto saco un post". No hay más.

Alucine ("Más allá del suspense") fue una revista quincenal de corta vida, de lo que en este blog hemos venido a llamar "series serias". No eran estas la especialidad de la escuela Bruguera, que para la cuota de cómic no humorístico en sus revistas solía tirar de material traducido. Sin embargo, en 1984 a la editorial le dio por salirse de su zona de confort y lanzar múltiples cabeceras de cómic pulp, de puro género: western, fantasía, ciencia-ficción... Ninguna duró mucho. La mayor parte eran material importado, aunque Jan Europa, por ejemplo, continuaba las aventuras del personaje creado por Edmond (Edmond Fernández, Barcelona 1938) que ya habían salido de relleno en tebeos de risa. (Glénat recopiló todo Jan Europa en 2009.) 

Anuncio de "Cómics Bruguera" (no "historietas", ojo) en un Mortadelo de 1984. El imperio se reinventa.

Bruguera ya estaba aquí en sus últimos estertores. Y se notaba un poquitín. Los nuevos "cómics Bruguera", de diseño muy inspirado en los comic-books estadounidenses (las portadas son, con diferencia, lo mejor), surgían en respuesta a la relajación de la censura en la Transición, pero sobre todo eran un intento de explorar nuevos mercados cuando las revistas de humor ya estaban de capa caída: DDT y Din Dan ya habían cerrado, Tío Vivo y Pulgarcito aguantaban pero daban sus últimos coletazos, y las distintas cabeceras de Mortadelo se habían refundido en una. En este Mortadelo, el primero que en mi casa me compraban à moi, mi tierno yo de 4-5 años flipaba con los vistosos anuncios de Alucine, que nadie tuvo a bien regalarme porque ya me daría sustos la vida, supongo. 

He tardado apenas cuarenta años en descubrir lo que la revista contenía. ¿Valió la pena la espera? Hombre, sí, porque entretanto se ha inventado Internet. Imagínate leer Alucine y no tener un blog donde explicar lo mala que es.

No he hojeado nunca un número del Tales from the Crypt de EC Comics (1950-55), pero entiendo que ese era el norte magnético de Alucine. Mejor dicho: ese era el norte magnético de un tebeo alemán, Gespenster Geschichter, fundado en 1974 por la editorial Bastei-Verlag en Colonia, y del que Alucine era una mera traducción (también lo eran las revistas Tex Norton y Bufalo Bill.) Cada número (hubo once) recogía cuatro historias cortas. Todos ellos se recopilaron más tarde en tapa dura, estilo Súper Humor. Súper Horror.

Viñeta de Tomás Marco.

Irónicamente, de los cuatro autores acreditados en el número que yo he comprado, tres eran hispanos: Pablo Zahlut (argentino), Tomás Marco (Badalona, 1929-2000) y un tal Roca, al que no he identificado pero cuyo nombre me suena más de Riudellots de la Selva que de la Selva Negra. No deja de tener guasa que tres dibujantes que probablemente intentaron publicar en España, en un mercado dominado con mano de hierro y nariz grandota por la escuela Bruguera, tuvieran que irse a trabajar a Alemania en los setenta, y luego, en los ochenta, Bruguera estuviera traduciendo sus tebeos en un intento de salvar el imperio. 

Viñetas de la historia titular, arte de Zahlut. Me desconciertan profundamente los textos, que no sé si eran así en el alemán original. ¿Por qué una abeja gigante, quitándose la máscara, dice "detrás de la máscara hay una abeja gigante"? Ya lo sé, abeja gigante. Te estoy viendo. Es la magia del cómic. No soy gilipollas, pese a lo que mis lecturas den a entender.
Pero que las reflexiones vayavayistas no nos distraigan de lo importante: ¿las historietas eran buenas? No. A juzgar por las cuatro que tengo, eran bastante lamentables. Pero en su defensa debo decir que daban lo que prometían. ¿Abeja gigantesca en la portada? La tendrás también (peor dibujada y coloreada, eso sí) en las páginas interiores, que me recordaron, por cierto, a este episodio clásico de televisión. Asumo que en el número anunciado más arriba, el del esqueleto saliendo del carruaje que tanto me fascinaba, la historia también estaría a la altura de la portada. 

Esa honestidad es rara hoy en día. Ya he hablado alguna vez de lo que me costó en su día encontrar historias de terror que me dieran lo que Scooby-Doo me enseñó que era el terror: calaveras sonrientes y castillos tenebrosos. No tensión social y matrimonios distanciándose. Métase su crisis de los cuarenta por el culo, señor Terrorpsicológiquez: yo he venido a alucinar, ¡y a fe mía que Alucine, de tener yo 4-5 años, lo habría conseguido!

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